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Sábado, 23 de noviembre de 2024



COLUMNISTAS


Perspectivas energéticas globales

Roberto Dobles roberto.dobles@gmail.com | Lunes 07 octubre, 2024


En varias columnas anteriores he analizado las perspectivas futuras de la de la evolución de la situación energética mundial, las cuales tienen fuertes implicaciones en el desarrollo energético de Costa Rica.

Estas perspectivas cambian continuamente en el tiempo debido a múltiples factores (tecnológicos, económicos, geopolíticos, entre muchos otros).

Para entender la situación energética en el mundo, es importante comprender bien las tendencias, las oportunidades, las amenazas y las dificultades que tiene la transición energética en el mundo.

En esta columna se analizan otros factores adicionales a los que he analizado en varias columnas anteriores sobre la transición hacia un sistema energético totalmente nuevo.

Un estudio titulado “Global Energy Perspective”, publicado en el mes de setiembre pasado por la prestigiosa firma McKinsey & Co., señaló lo siguiente:

• Si bien se han logrado avances significativos en los nueve años que han transcurrido desde el Acuerdo de París, la transición energética global está entrando en una nueva fase, marcada por costos crecientes, aumento continuo de la complejidad y mayores desafíos tecnológicos.

• Para navegar con éxito esta próxima fase de la transición energética y cumplir los objetivos del Acuerdo de París, se requerirán acciones urgentes y el ritmo del cambio debe acelerarse.

• La transición a la energía limpia deberá equilibrarse con la asequibilidad (costos asequibles), la resiliencia del sistema energético y la seguridad energética en un entorno macroeconómico cada vez más incierto.

• A pesar del importante impulso global de los sectores público y privado que han propiciado políticas más ambiciosas, se debe superar los principales desafíos físicos que son cruciales para transformar el enorme y complejo sistema energético actual.

• Será necesario desarrollar y desplegar nuevas tecnologías bajas en carbono, junto con el desarrollo de cadenas de suministro e infraestructura completamente nuevas para respaldar estas nuevas tecnologías.

• Se estima que solo se ha implementado el 10 por ciento de las tecnologías necesarias a nivel mundial para el 2050.

• Una nueva ola de tecnologías menos maduras en su desarrollo enfrenta costos crecientes que pueden inhibir su implementación a gran escala.

• Existe una brecha persistente y creciente entre los compromisos y la realización de proyectos de tecnología baja en carbono. Una proporción significativa de los proyectos anunciados con estas tecnologías no alcanzan la decisión final de inversión.

• Los inversionistas corporativos, públicos y privados dudan a la hora de desplegar capital debido al debilitamiento de los casos de negocio, la competitividad de los costos de las nuevas tecnologías y el apoyo de políticas que permitan la implementación de proyectos y la formación de nuevos mercados.

• Las cadenas de valor siguen estando limitadas en todas las tecnologías bajas en carbono, lo que afecta la disponibilidad de todo, desde los materiales básicos hasta los equipos.

• Los combustibles fósiles seguirán abasteciendo la creciente demanda energética en todos los escenarios.

• Para navegar con éxito la transición para ir dejando progresivamente los combustibles fósiles, es necesario centrarse más allá de una única solución o tecnología.

• Es necesario abordar consideraciones que van más allá de la viabilidad tecnológica, las cuales abarcan el despliegue de capital, la mejora de los casos de negocio, la garantía de retornos económicos, el ajuste de la regulación y el establecimiento de un apoyo político y público continuo frente a prioridades económicas y sociales en competencia.

• La información disponible actualmente muestra que la transición energética es una tarea extremadamente compleja, la cual es influenciada por múltiples factores.

Otro estudio titulado “World Energy Outlook”, publicado a finales del año pasado por la International Energy Agency (IEA), señaló lo siguiente:

• Los mercados energéticos, la geopolítica y la economía global están inestables y el riesgo de mayores perturbaciones está siempre presente.

• Los mercados energéticos están muy tensos y volátiles.

• El ambiente macroeconómico es pesimista, con una inflación persistente, mayores costos de endeudamiento y elevados niveles de deuda.

• La seguridad energética es también un factor importante, particularmente en los países importadores de energía.

• Los tomadores de decisiones en energía deben buscar transiciones que sean rápidas, seguras, asequibles en costos e inclusivas.

• La electrificación limpia, las mejoras en la eficiencia y el cambio a combustibles con bajas o nulas emisiones de carbono son palancas clave disponibles para que las economías emergentes y en desarrollo alcancen sus objetivos nacionales en materia de energía y clima.

• La capacidad de fabricación de paneles solares genera otra situación compleja porque está muy concentrada: China ya es el mayor productor y sus planes de expansión superan con creces los de otros países.

• Con respecto al gas natural, a partir del 2025, un aumento sin precedentes en nuevos proyectos de GNL (Gas Natural Licuado) inclinará el equilibrio de los mercados y las preocupaciones sobre el suministro de gas natural.

• En los últimos años, los mercados del gas natural han estado dominados por temores sobre la seguridad de suministro y los aumentos en los precios después de que Rusia cortara el suministro a Europa.

• Los equilibrios de los mercados de gas natural siguen siendo precarios en el futuro inmediato, pero esto cambia a partir de mediados de la década. Más de la mitad de los nuevos proyectos se encuentran en Estados Unidos y Catar.

• La asequibilidad en costos y la resiliencia son temas claves para el futuro.

• Necesitamos ir mucho más lejos y más rápido, pero un mundo fragmentado como el actual no estará a la altura de nuestros desafíos climáticos y de seguridad energética.

• Los proyectos de energía limpia enfrentan obstáculos debido a la inflación de costos, cuellos de botella en las cadenas de suministro y mayores costos de endeudamiento.

• La extrema volatilidad de los mercados energéticos durante la crisis energética mundial actual ha puesto de relieve la importancia de un suministro asequible en costos, confiable y resiliente, especialmente en las economías en desarrollo que son las más sensibles a los precios que experimentan el mayor aumento en la demanda de servicios energéticos.

• La transición energética depende de la electrificación y de tecnologías como la eólica, la solar fotovoltaica y las baterías, e impulsan la seguridad eléctrica y el suministro diversificado de tecnologías limpias y minerales críticos en la agenda política.

Como lo he señalado en otras columnas, la evidencia en el mundo muestra que las inversiones y el consumo en las fuentes de energía existentes no renovables van a continuar aumentando, junto con las inversiones en energías renovables, hasta que las nuevas fuentes de energía estén lo suficientemente desarrolladas, abundantes y de bajo costo para que puedan satisfacer de manera significativa y realista el creciente consumo mundial de energía.

La realidad está mostrando que las energías tradicionales continuarán siendo necesarias todavía por varias décadas más y que su evolución en la participación en la matriz energética irá adecuándose y reduciéndose, hasta que las energías renovables y los combustibles sintéticos (basados en energías renovables) se hayan apoderado por completo de todos los sectores de la economía mundial y de los países.

Los cambios en los sistemas energéticos en el mundo a nivel de la oferta y del consumo son intensivos en capital y en tiempo, lo que hace que la transición de un sistema a otro sea un proceso lento que dura décadas.

Adicionalmente, la transición energética no puede lograrse sin tecnologías disruptivas y sin cambios radicales en la forma en que los consumidores utilizan la energía.

Las nuevas tecnologías y sus adelantos tecnológicos no necesariamente llegan con la rapidez que se desea para avanzar más rápidamente en la transición energética (incluyendo aquellos que provocan la necesaria reducción de los costos para que la energía sea competitivo).

La lucha por los minerales y los metales, como parte de la transición energética, es otro aspecto clave en este proceso de cambio y es parte de la creciente competencia geopolítica entre grandes potencias, como Estados Unidos, China y otros países.

Los países de occidente buscan alejar de China las cadenas de suministro de minerales, metales y de equipos necesarios para la transición energética, las cuales están teniendo un peso dominante.

Sin embargo, este alejamiento será difícil de lograr porque no se trata sólo de la minería, sino también del dominio de China en el procesamiento de metales y minerales.

Adicionalmente, el proceso desde el descubrimiento hasta la producción en la minería puede tardar hasta 20 años.

La transición energética del siglo XXI y el nuevo sistema energético que se busca lograr se busca lograr es altamente dependiente de importantes minerales y metales críticos, cuya producción está mucho más concentrada en pocos países y pocas empresas que en la industria petrolera, lo cual crea incertidumbre, particularmente en cuanto a los futuros precios de la energía y la seguridad de suministro en el nuevo sistema energético.

La multiplicad y la gran cantidad de factores que intervienen (tecnológicos, económicos, fiscales, sociales, políticos, ambientales, etc.) es muy grande y hacen que el proceso sea muy complejo.

La evidencia muestra que existe una gran brecha entre la política declarativa de muchos países con respecto a la transición energética y lo que realmente está sucediendo en el mercado global.

Finalmente, entre muchas otras cosas, para que la transición energética avance con la rapidez que se desea durante las varias décadas que durará este proceso de cambio, se requiere realizar continuamente un balance entre los tres factores del Trilema Energético que determinarán la magnitud del avance de este proceso:

• La seguridad del suministro energético.

• La asequibilidad (costos bajos) de la energía que se suministre.

• La sostenibilidad del sistema energético (donde la descabonización de los países tiene una importancia capital).

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