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Poder con carisma

| Miércoles 22 julio, 2009




Poder con carisma

Dallas, Texas. Cuando John F. Kennedy visitó la Universidad de Costa Rica en 1963, algunos niños fuimos a verlo y no entendíamos tanta algarabía ante la presencia de aquel hombre que pronunció un discurso del que nosotros solamente entendimos “¡Viva Costa Rica, arriba Costa Rica, muchas gracias!”.
Me sorprendió observar un vídeo de ese discurso durante la visita al sitio, hoy museo, desde el que se le disparó el 22 de noviembre de 1963. ¿Por qué tantas personas siguen auscultando el legado de este hombre?
Al margen de sus aciertos y desaciertos políticos, Kennedy dejó una huella. Aun hoy es interminable el desfile de personas en la plaza Dealey que buscan conocer detalles sobre su asesinato. Su carisma, firmeza, humor, sencillez y versatilidad para comunicar sus ideas siguen siendo fuente de inspiración. Y aquí nos detenemos para rescatar algunas de sus lecciones sobre liderazgo y trabajo en equipo.
Como visionario, aglutinó voluntades hacia su propuesta de “nuevas fronteras” y retos en diversos campos, entre otros, colocar por primera vez un hombre en la Luna. Como tomador de decisiones, procuró el consenso, la negociación y el compromiso mutuo, tal como lo hizo en el manejo de la “crisis de los misiles”. Pese a su poder, debatía sus ideas con sus asesores y gabinete, y fomentaba la delegación, sin dejar de marcar el rumbo.
Una de sus premisas fue dejarse ayudar, recibir consejos y consolidar un fuerte equipo de trabajo a su alrededor, por eso afirmó: “Un hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar gente más inteligente que él”. El respeto profesional hacia sus colaboradores más cercanos estimulaba que estos se esmeraran en poner en marcha sus ideales.
Por alta que sea la posición de una persona y por más complicados que sean los asuntos que debe resolver, su capacidad para inspirar a otros tiene que ver más con su personalidad que con el poder que ostente para decidir el destino de muchos. “La dificultad es una excusa que la historia nunca acepta”, dijo, y de allí su coraje para enfrentar realidades difíciles. El también lograba compromisos de los demás al apelar a propósitos superiores al interés individual: “No pregunten qué puede hacer la patria por ustedes, sino qué pueden hacer ustedes por ella”.
En ocasiones ponía en aprietos a sus guardaespaldas, pues rompía el protocolo y se acercaba a la gente para estrechar sus manos. Ni su fama ni su posición fueron barreras para mantener ese contacto humano y diario tan vital en toda circunstancia.
Aquellos niños no comprendimos su discurso, pero sí la reciprocidad del afecto entre Kennedy y el pueblo tico. Hoy, por encima del discurso, entendemos sus lecciones, que explican la diferencia entre jefes con poder y líderes con carisma.

German Retana
German.retana@incae.ed






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