Poder, plata y elecciones
Albino Vargas Barrantes redaccion@larepublica.net | Viernes 18 febrero, 2022
Albino Vargas Barrantes
Secretario General
Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP)
Por cuarta vez consecutiva, la misión de observación del proceso electoral costarricense que suele enviar la Organización de Estados Americanos (OEA), a fin de dar testimonio de la pureza de ese proceso en su máxima expresión, las elecciones presidenciales y diputadiles, le indica al país que debe modificar su sistema de financiamiento de las respectivas campañas de los partidos políticos y, como consecuencia, la de las personas aspirantes que pretenden gobernar cada cuatrienio.
¡La OEA descubrió el agua tibia! Las elecciones costarricenses son, a fin de cuentas, un mercado de capitales en los cuales las entidades que apuestan buscan, por una parte, incrementar sus ganancias, producto de la inversión que hacen en la compra de bonos de deuda pública, con grandes descuentos pues es éste el “secreto” de la inversión; por otra, se hace alarde del poder de incidencia política para determinar cuáles son los “buenos” clientes electorales y cuáles son los “malos” clientes. Pero, ¿y quién determina eso?... Sin duda, las casas encuestadoras, en parte.
Para esta ocasión, 2022, la OEA reiteró que se debe romper la dependencia (la sumisión, decimos nosotros), de los partidos políticos con respecto a las únicas entidades disponibles para que les presten plata para la campaña: el sistema bancario, los banqueros; por demás, grupo corporativo-empresarial más que relevante dentro del conjunto de la plutocracia costarricense que es, a final de cuentas, la del real poder en nuestra sociedad.
Aunque la OEA ha prometido brindar al público costarricense unas conclusiones más amplias de lo que “observó” del proceso electoral del pasado 6 de febrero; nosotros estimamos que solamente tocó la mitad del problema que ha tornado nuestros comicios presidenciales y diputadiles en un proceso de débil transparencia democrática.
¡Sí!, débil transparencia democrática por cuanto a los y a las costarricenses se nos conduce a votar, pero no a elegir, en estricto sentido de la profundidad que semejante responsabilidad que nos compete como personas ciudadanas.
Ahora bien, ¿por qué decimos que la OEA solamente tocó la mitad del problema? Pues solamente nos habló de que se debe romper la dependencia de los partidos políticos del financiamiento bancario. Y, entonces, ¿cuál es la otra mitad que no “vio” la misión de observadores de la OEA? Pues ésta: ¿cómo es que las casas encuestadoras definen cuáles partidos políticos son susceptibles de la consideración de los banqueros para prestarles plata; por una parte?; y, por otra, ¿cuál es la relación de poder entre esos grupos de banqueros, los jerarcas de los partidos políticos potencialmente beneficiados con esa plata; y, a su vez, ¿cuál es la naturaleza del vínculo de ambos grupos con las casas encuestadoras?
A riesgo de que nos tilden de cualquier cosa menos de demócrata, el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), terminó siendo un excelente “administrador” del proceso democrático costarricense.
Por el contrario, la garantía que pregona esta importante entidad acerca de que en Costa Rica el sufragio es completamente transparente; pierde legitimidad real por cuanto el sufragio que garantiza es aquel que está tutelado por los millones de colones transados en el mercado electoral de capitales, mediando la “dictadura” de las casas encuestadoras que a través de sus propios y subjetivos sondeos determinaron cuáles partidos políticos clasificaron para dicho mercado “bursátil” de los bonos de la deuda pública.
Por supuesto que la misión de observadores de la OEA nos queda debiendo, ampliamente, con relación a su informe de veeduría acerca de las elecciones que acaban de pasar en Costa Rica.
Gran parte de esa deuda de la OEA con la democracia costarricense tiene que ver con la ausencia de una cuidadosa veeduría del comportamiento de los medios de comunicación colectiva, especialmente los que responden a la plutocracia políticamente hegemónica; los cuales, también reciben importantes dividendos, vía venta de publicidad, de las operaciones bursátiles en el mercado electoral de capitales.
Una última observación: Reparamos (a lo mejor, usted que lee esto también), en la especial circunstancia de que las 6 personas candidatas presidenciales que las casas encuestadoras determinaron que iban en la delantera de las 25 candidaturas presidenciales; son las mismas 6 personas candidatas que lograron pasar a las “finales” de los debates televisivos organizados por los principales medios electrónicos de la plutocracia. Y, para incentivar nuestra “perversa” suspicacia, son esos partidos políticos “finalistas” los únicos que lograron tener diputaciones en el próximo parlamento. ¡Qué va! ¡Qué mal pensados somos! Ya ven ustedes, el poder, la plata y las elecciones están íntimamente vinculados.