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Política y religión

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 19 enero, 2018


Sinceramente

Política y religión

Las teocracias han sido en términos generales muy contraproducentes en el manejo y conducción de los asuntos públicos. Los pastores y sacerdotes son educados en la búsqueda de la salvación de las almas, en el consuelo de los fieles y en la predicación de un mundo mejor a la luz de las enseñanzas del evangelio,  no en la administración de los asuntos públicos.

Durante la larga Edad Media el mundo occidental vivió profundamente influido por la iglesia en la política y en la administración gubernamental. La monarquía absoluta y la iglesia se transformaron en una estructura de poder coaligada  y se fundieron en una alianza que perduró siglos. El ejercicio del poder político llevó la Iglesia a desenfocarse de su verdadera misión. Por haber sido contraproducente su desempeño poco a poco fue desvinculada de esas actividades. ¿Y los tribunales de conciencia de la Santa Inquisición? La educación y la salud también fueron objeto de discusión y de lenta pero firme desvinculación.  En la Rusia Imperial de Nicolás II un monje llamado Rasputín   despertó el rechazo profundo de los ciudadanos rusos y precipitó la revolución. La caída de la monarquía significó la casi destrucción de la Iglesia ortodoxa rusa. ¡Cuidado!

La política cambia, los partidos se suceden, los personajes hoy populares mañana son rechazados. La iglesia es permanente porque Dios es El Eterno y la posición de influencia de la iglesia en la humanidad ha sido siempre guardando claro el concepto de que su campo es el de la fe y la salvación de las almas. Jesucristo mismo señaló que el campo del César no es el campo de Dios.

La imagen y el prestigio de sacerdotes y pastores deben resguardarse. Al entrar en política serán sometidos al mayor escrutinio personal, familiar, empresarial y de vida. Esto podría impactar severamente a la iglesia como institución. Los pecados y falencias de sus pastores hechos públicos podrían traer desastre a ellos y a sus organizaciones.

El manejo del déficit fiscal, la resolución de la carencia de infraestructura, los asuntos de educación y de policía, el transporte público, el manejo de las cárceles y el resto de los asuntos de Estado  jamás han sido manejados por sacerdotes en el país, tampoco por pastores. No han sido educados para ello. Nunca desarrollaron experiencia. ¡No deberían los costarricenses incurrir en esos riesgos de elegirlos!

Separar la iglesia, todas las iglesias, del gobierno ha sido una lucha de siglos.  La importancia de la religión como rectora del bien y del mal, como la institución social dedicada a recordarnos lo correcto y señalarnos lo incorrecto es trascendental. La iglesia metida a la política ha sido un desastre. Basta recordar el “Nacional Cristianismo” impuesto por las armas por Francisco Franco y las reacciones posteriores en contra de la Iglesia por esa alianza cercana de lo religioso y lo político.

Peligroso que la política conduzca a la iglesia al descrédito. Problemático que la inexperiencia y la impericia de las iglesias en el manejo de los asuntos públicos les propine un daño severo a su prestigio y a su tarea de salvar almas y traer alivio a las gentes.

El país debe ser prudente en apreciar las cualidades de las personas, sus destrezas, sus habilidades y su misión en la vida. Una mala elección ante la presunción de que lo único que se requiere para gobernar un país es ser un buen cristiano o ser practicante riguroso en los ritos protestantes podría llevar al país a una catástrofe sin límites.

El obispo Fernando Lugo fue electo presidente del Paraguay y su gobierno se tornó en una catástrofe para aquel país.
El temor a Dios como principio de sabiduría es un asunto de conciencia y es plenamente válido en la ruta para la salvación. Dicho principio de sabiduría es ajeno a la administración pública y a la gestión gubernamental.

Una robusta formación cristiana en un candidato es deseable. Una conciencia social es más que deseable. Elegir un obispo o un pastor para gobernar el país es de deseabilidad dudosa. ¡Cuidado, no nos enredemos! ¡Alerta! Destrezas diferentes para posiciones y misiones distintas deben de apreciarse antes de emitir el sufragio.

No debería una iglesia enredarse en los asuntos seglares. No debería una iglesia intervenir en asuntos políticos. La Constitución Política de 1871 y luego la de noviembre de 1949 separan iglesia y estado.

Desgraciadamente la Sala IV en un fallo muy polémico dejó establecido que iglesia en Costa Rica es solo la católica y en consecuencia los pastores de otras denominaciones cristianas pueden ejercer ministerios y pueden usar púlpitos y su palabra para efectos que estaban vedados de tiempo atrás. Este fue el caso del primer obispo luterano de Costa Rica nombrado ministro, a quien ni el temor a Dios como principio de sabiduría lo hizo generar un adecuado desempeño y fue relevado de su cargo. Esta polémica decisión cerró el camino a los católicos pero abrió la senda de las demás religiones, todo lo cual traerá consecuencias significativas. Aquellos polvazales son estos lodos.

Al César lo que es del César… La religión no debe involucrarse en política.

ebruce@larepublica.net

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