"Por haber sido víctima de esta violación atroz, siento que en cualquier momento puede pasar y cualquier adulto puede transformarse en abusador, incluso tú misma"
Diana Massis - HayFestivalQuerétaro@BBCNewsMundo | Jueves 12 septiembre, 2024
"Mi violación no es una violación grande ni pequeña, es una violación relativa, relativizada por las condiciones de mi nacimiento en el país de los derechos humanos, por el hecho de que el crimen fue reconocido por el autor y por la justicia. Porque tengo la posibilidad y el derecho de escribir sobre él hoy".
La autora francesa Neige Sinno escribe en perfecto español porque hace años que reside en México.
Ella misma tradujo del francés su libro "Triste tigre", un híbrido de autobiografía y ensayo donde comparte, analiza y sobretodo hace preguntas sobre la experiencia de haber sido violada desde los 7 a los 14 años por su padrastro:
“Es alto y fuerte. Brutal incluso. Su voz pasa fácilmente de la suavidad a la violencia. Cuando algo empieza a enfadarlo, grita. Grita fuerte. Da órdenes. Le parece del todo aberrante la forma en que nos criaron a mi hermana y a mí, con una permisividad excesiva. Un caos. Nos convirtieron en dos pequeñas salvajes”.
“Cuando nos conocemos, yo tengo 6 años y él, 24. Se acerca a mí con las mejores intenciones del mundo. Quiere reemplazar a mi padre, quererme como si fuera su propia hija, darme la oportunidad de tener una familia estable, una educación digna, pobre pero honesta, un hogar. Desde el principio me resisto”.
“Entonces viene y me acaricia de noche, cuando no estoy tan a la defensiva. Se da cuenta de que en secreto, en la oscuridad, cuando pone sus dedos sobre mi cuerpo y me saca del sueño hablándome bajito, sin parar, no me atrevo a resistirme.”
Su libro es telúrico porque remueve todas las aristas de su vivencia; es revelador, porque entra en los pensamientos que no se dicen; es una joya que ha recibido grandes reconocimientos literarios y seguirá circulando en otras lenguas.
Para escribir "Triste tigre", Neige Sinno nos abre su cuerpo y su cabeza para exponernos a las secuelas del abuso, que son las suyas y las de tantos. Usa la valentía y la une a la memoria, la observación, sus lecturas y su obsesión, para llevarnos hacia las tripas de lo que ocurre cuando un niño es víctima de este crimen.
"Ya que tengo la palabra, porque me la dieron o porque la tomé, voy a ir hasta el final”, dice.
BBC Mundo habló con ella en el marco del Hay Festival Querétaro que se realizó entre el 5 y el 8 de septiembre.
Planteas que el tabú en nuestra cultura no es la violencia sexual, que es habitual, sino el hablar de ella, analizarla. ¿Cómo ha sido para ti el proceso de desnudarla a partir de tu experiencia?
Me parecen admirable los que dan su testimonio, ese equipo que es ahora el mío: somos muchos y muchas.
Algunos se atreven a ir a la televisión y ahí lloran y es triste saber que uno es parte de ese pobre grupo y a la vez es bello sentir que uno no está solo.
Me gusta ese grito en las marchas: ¡no estás sola!, porque la soledad es grande.
Hay algo paradójico al momento de exponerte: es duro a nivel personal, pero cuando expongo mi historia salgo un poco de esa soledad.
Mi experiencia hace que se cree una intensidad desde el principio y no voy a hacer como que no pasa, me comprometo a no abusar, pero hablar de trauma es algo traumático, hay una carga de dolor que es mío, pero no es solo mío.
Tu libro está lleno de preguntas sobre la justicia, las penas, el silencio, el perfil de tu violador, ¿cuál es la pregunta más importante? ¿pudiste visualizar una respuesta?
Yo que lo he vivido, nunca lo voy a entender y sé desde el principio que no podré contestar como me gustaría. Aún así, las preguntas me las tengo que hacer, no tengo de otra.
Ese sistema mental mío es el de muchos que han sido víctimas. No lo puedes olvidar, no lo puedes negar, pero tampoco puedes resolver, aclarar y pasar a otra cosa.
Toda la vida tienes esa pregunta que se impone, ese deseo de contestar: ¿por qué me pasó esto?
Nos pasan cosas en la vida y es ridículo preguntarse por qué. O no sé si es ridículo, pero es metafísico. Estamos acostumbrados a buscar un sentido a todo, como una manera de procesar, de entender y compartir, pero muchas cosas no tienen porqué.
Puedo contestar qué pasó, qué tipo de familia era, intentar hacer su perfil. Puedo desenmarañar las dificultades de esta historia, pero el por qué es como la cuestión del mal, no lo voy a resolver.
Y la forma de mi obsesión es querer acercarme de todas las maneras, con las armas que tengo, que son el valor de hacer este viaje e invitar a alguien a acompañarme.
¿Lo haces porque le sigue pasando a niños y niñas a cada momento?
Por haber denunciado y decidido que fuera un juicio público, para mí ya estaba hecha la labor social, porque sentía una responsabilidad para con mis hermanos.
Eso me ayudó a no vivirlo de manera demasiado personal, y a percibir desde muy joven que era un fenómeno social.
Y durante mucho tiempo pensé: ya lo hice, mi parte ya está.
Pero ahora soy mamá y además vivo en México, un país muy golpeado por la violencia de género, la violencia contra los niños y llevo unos diez años en temas feministas.
Fui tres veces a Chiapas a los encuentros de mujeres y creo que eso trajo a mi vida el deseo de implicarme de nuevo en ese tema, porque tengo cosas que decir y es un golpe tremendo darse cuenta de que el tema no ha cambiado desde que yo puse mi denuncia.
Intentas hacer el retrato de tu padrastro, tu violador: "enía una omnipotencia sobre mí que lo hacía sentirse un superhombre", "durante las violaciones, podía decidir mi vida o mi muerte". Planteas que más allá de un asunto sexual, es un asunto de dominación, de poder. ¿Cómo explicarías esta idea?
Esas observaciones vienen de la infancia. Lo recuerdo perfectamente, pero con el tiempo mi formación lectora me ha permitido indagar en las cosas que observé.y articular un razonamiento,
La cuestión del poder es una hipótesis a partir de cosas que he leído, que he visto y de mis intuiciones.
Está presente en casi todos los casos; es poco común que una persona con un problema sexual lo resuelva violando niños; es gente que resuelve problemas de poder en una situación que le permite oprimir a alguien más débil.
Y el niño es la última persona del eslabón de poder, está ahí, a la mano.
La imagen del violador desconocido que va a un parque y roba un niño para violarlo existe, está en nuestro sistema imaginario, pero la mayoría de los casos son abusos de poder dentro de un sistema familiar.
Relatas que su dominación era a través de la palabra: "Decía que me hacía aquello para expresar su amor. Decía que su mayor deseo era que yo lo quisiera también".. "Me prometía que, mientras yo me callara lo nuestro, él no tocaría a mis hermanos". ¿Cómo funcionaba su discurso?
El tipo era muy manipulador, hablaba mucho y tomaba la forma de un razonamiento, aunque incluso siendo niña yo percibía que había algo raro en esa lógica.
La cuestión no es que tuviera la razón, sino el poder de envolverte en su palabra. Te convence por su fuerza, su posición de adulto.
Supongo que hablaba también para convencerse a sí mismo.
Es algo pantanoso: recuerdo ser pequeña y que discutíamos un poco, pero la mayoría de los argumentos que le oponía los hacía en mi cabeza, no había debate realmente, construía mi razonamiento en mi interior.
Parte de las cosas que decía me las creía.
No es tan sencillo como lo presento, porque era un mundo de palabras en el cual estaba sumergida todo el tiempo, con una sensación no muy clara de que algo está mal, no encaja, aunque te digan que está bien.
Pero como está la prohibición de compartirlo fuera, ese silencio es la prueba de que no es un juego. Yo tenía la intuición, pero para que tomara claridad bajo la forma de un argumento tardé años y años.
Hay pasajes de mucha dureza. Por ejemplo cuando recuerdas: "quería que sucediera. Lo quería por curiosidad, quería saber qué se sentía, y además sería la confirmación de que lo que me estaba haciendo era, en efecto, violarme. Hasta entonces no estaba del todo segura"...
Es que es algo tan común…
Hablo en primera persona, pero hay un momento en que voy al nosotros, a hablar de otros víctimas, y decirlo es muy importante.
Siendo niño te hacen cosas que no puedes identificar como violación, porque tenemos la idea de algo violento, con golpes, con penetración, la imagen de un hombre adulto que golpea a una mujer adulta en un lugar oscuro.
Los niños violados se preguntan, si no me pasa eso, ¿entonces qué es esto?
Es horrible, pero muy común, que las pequeñas víctimas a las que les obligan a todo tipo de cosas sexuales que no son penetración, digan: ojalá pasara para poder decir, es eso, para tener claridad, realmente no me lo estoy inventando, es una violación.
Cuando me digo a mí misma voy a ir hasta el final, es decir esas cosas, es contar el miedo a transformarme en abusadora en la escena con mi hija.
Sé desde el principio que va a estar, no exactamente esa escena, pero tengo que ir hasta allá.
En esa escena es de noche y acaricias a tu hija para que se duerma. ¿Podrías explicar ese temor a convertirte en abusadora?
Mi idea era abrir la puerta de ese sistema mental y que lo observemos; también podemos juzgarlo, pero no es el propósito.
El propósito es entender, viajar a través de esto, de percibir la vulnerabilidad absoluta de la niñez.
A un niño o una niña, si alguien quiere hacerle daño en cualquier momento, en la familia, en la escuela, entre niños, está en peligro, porque no tiene protección y no se puede defender solo.
Es una obviedad, pero a la vez no, porque estamos constantemente en la negación para sobrevivir; yo también y tengo que olvidar ese peligro para dejar que mi hija viva, para no estar a cada segundo encima de ella.
Por haber sido víctima de esta violación atroz, tengo la percepción de que en cualquier momento puede pasar y cualquier adulto puede transformarse en abusador, incluso tú misma.
Tengo una amiga que leyó el libro antes de que se publicara y me llamó solo para hablar de esa escena.
Ella es mamá, fue víctima del abuso de su hermano en la infancia y me dice: hace un año que este pensamiento está en mi cabeza sin haberlo podido reconocer.
Está ahí, pero ella no piensa, podría abusar de mi niña; es más bien una cosa negra, una sensación de malestar y de repente que otra persona lo enfrente con palabras sencillas, le hace sentido.
Pero imaginarme algo así, no significa que soy mala o que lo voy a hacer.
Para mí es al revés. Pensar me fortalece y me permite construir esta postura ética. Como la gran mayoría de la gente tomo la decisión de no hacerlo. Eso me fundamenta en mi libertad y me da tranquilidad.
En un momento decides hablar de lo que te pasó de niña con tu hija y ella te pregunta: ¿por qué no le dijiste a tu madre? ¿A partir de tu experiencia, cómo explicarías lo que le pasa a los niños?
Cuando me preguntó, y lo hablamos varias veces, le dije: es muy extraño cuando te hacen eso.
Si algún día eres víctima de una agresión, vas a ver que es algo muy raro, no se lo puedes decir a tu madre, porque parte de la agresión es hacerte vivir algo tan fuerte y tan vergonzoso que no lo puedes decir.
Por eso hablo contigo, porque sé que tu primer impulso no va a ser decírmelo y buscar ayuda.
Como yo lo viví, sé que no lo puedes decir, y una vez que no lo has dicho se construye una culpa todavía más grande que hace que tú misma lo quieras esconder porque no quieres que te hagan esa pregunta: ¿por qué no lo dijiste?
Es la primera que te hacen, la primera que me hizo mi madre.
Parte del misterio de lo que no entendemos como sociedad es el hecho de que el trauma es tan grande que no se puede decir, es una violencia que rompe la posibilidad de hablar.
El meollo del asunto es que la violencia que se ejerce sobre el cuerpo, se ejerce sobre el ser y hace que no haya manera de exteriorizarlo, a menos que se construya un contexto específico de acogida.
El niño tiene miedo a destruir la familia, pero también miedo a cómo va a explicar que no quería.
El primer argumento del violador para decir, sí consentía, es el silencio: ¿por qué no buscó ayuda? Si no se lo dijo a nadie, es que consentía.
Usan ese silencio, que es parte del trauma, y lo transforman en un elemento de tu supuesta complicidad.
Y la sociedad misma lo cuestiona: ¿por qué no lo dijo?… algo debe haberle gustado.
Me parece horrible, pero creo que mi papel es deconstruir esos prejuicios, esas ideas falsas de una forma suave y respetuosa.
Explicas que el porcentaje de denuncias de abuso es bajísimo y de ellas sólo uno entre 100 casos llega a la condena;. El tuyo es una excepción porque él reconoció los hechos, y pasó 9 años en la cárcel. ¿Sabes por qué lo hizo?
¿Por qué confesó? No lo sé, no estoy segura, hay una serie de hipótesis.
En su razonamiento decía que también fue algo que le pasó, que le pesaba y que al confesar se liberó. Hay una búsqueda de redención que no me convence del todo, pero podría ser que pensara: cómo voy a vivir el resto de mi vida cargando con esto.
Confieso, voy a la cárcel y asumo.
Es misterioso para mí, pero no lo fue en ese momento, por su personalidad narcisista, tan seguro de sí, de que iba a convencer al jurado de cómo y por qué lo hizo.
Ves con dolor que tu madre, al enterarse, más que ver a un violador veía a un mentiroso, ¿cómo había podido hacerlo y engañarlos a todos?
Mi madre está en la búsqueda de entender qué le pasó, el shock fue muy grande.
Cuando la gente le pregunta ¿pero cómo?, ella les dice: ¿tú amas a tu pareja?, imagínate que ahora mismo te cuento que él ha hecho eso. Se tarda un tiempo en entender que la percepción íntima que tienes, porque lo amas y confías, no es cierta.
Entiendo esos procesos de negación, pero desde un lugar muy incómodo, porque también he sido víctima de ellos.
"Un día me di cuenta que todo había terminado. Los abusos, la infancia, la familia. Ya podía irme y vivir mi vida. Pensé que era libre, pero nunca se es completamente libre". Y te preguntas ¿qué hacemos con lo que nos pasó?
Hay una reflexión alrededor de la resiliencia. Me parece un concepto bello, pero se ha desvirtuado y en lugar de ayudarnos, a veces nos encierra en una burbuja que no podemos dejar.
Hay personas que no logran salir adelante o quienes, como yo, salen, pero no del todo y eso no puede ser una culpa más; sentirte culpable porque no logras superarlo y sigues hablando 20 años después, me parece demasiado.
Todo se puede transformar y trabajar, pero ser una persona que ha sido dañada y sigue con esa herida, no hace de ti un marginal, ni alguien que no pueda insertarse en la sociedad. No es una obligación curar todo.
Hay gente que sale adelante, los admiramos y nos gustaría ser como ellos, pero la gran mayoría no somos así y cada quien tiene su proceso.
Me gustaría que esta conversación nos lleve a algo positivo, que es aceptar y quitar culpas, darnos un lugar en la sociedad como víctimas, un lugar posible; que cuando hables no sea ¡ahj! porque nadie quiere escuchar.
O al revés, que se haga una tragedia. Tengo una amiga que dice "es mi pata de palo", sigues viviendo con ella, la haces visible o no.
Nada está resuelto para mí y la naturaleza particular de esa herida es que me sigue persiguiendo. Quisiera pensar en otra cosa, quisiera no tener esa mente obsesiva; intento que el lector lo viva al leer el texto, no se resuelve, se repite y regresa en otro razonamiento, por otra puerta, para que se perciba esa forma de pensar, que me gustaría que fuera de otra manera.
Pero esa vivencia o ese trauma, como no está resuelto, regresa y regresa y regresa otra vez.
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