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Por la paz en Honduras

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 09 julio, 2009



VERICUETOS
Por la paz en Honduras

¿Cómo soslayar el tema del relevo presidencial en Honduras?
No sé si la institucionalidad respondió a la exigencia de suspender un proceso que la Corte había declarado ilegal, o si la expulsión del señor Zelaya fue un gravísimo error estratégico. Tampoco quiero especular si debió haber sido primero destituido por el congreso, en aplicación de la resolución del Poder Judicial, y luego enjuiciado por sus actos. No tengo elementos de juicio suficientes, porque no soy abogado hondureño, para opinar sobre temas constitucionales y legales de ese país.
Lo que me interesa aquí es solo dejar formulada una cuestión puntual: ¿hasta dónde llevará la OEA el caso?
La historia no registra una reacción igual del organismo, esa especie de frenesí colectivo, tratando de revertir una situación que ellos mismos están llevando al límite haciéndola irreversible.
No vimos una OEA tan crispada cuando Pinochet, ni Somoza, ni en ninguno de los gravísimos conflictos políticos donde muchos presidentes fueron derrocados, en Venezuela, en Panamá, en Bolivia, en Ecuador…¿Cuáles son los actuales intereses prevalecientes en la cúpula del organismo que se mueven a un ritmo tan frenético? ¿Será cierto que el Secretario General José Miguel Insulza espera el comprometido voto de los bolivarianos para asegurarse su reelección, como lo ha denunciado la prensa salvadoreña en estos días?
¿Hasta dónde son capaces de llevar las cosas los presidentes americanos y cómo piensan que van a resolver la situación si ya las autoridades hondureñas, legítimas o no, advirtieron que no cederán a la presión internacional, respaldadas por su propio Congreso, su Corte y su ejército? ¿Es que piensan hacer realidad la amenaza de invadir al país centroamericano?
Nadie duda que la organización está respondiendo al ritmo impuesto desde Caracas, la nueva capital política regional.
Ese casi descontrolado ir y venir de presidentes, del propio Zelaya y de todo tipo de funcionarios continentales, está sin duda polarizando a lo interno las fuerzas sociales y políticas de ese país donde amenaza con detonarse un conflicto de grandes proporciones que se cobraría muchas vidas hondureñas.
Por otra parte, el embargo comercial es, sin duda, un acto criminal contra el pueblo hondureño, que no tiene la responsabilidad de lo actuado por quienes ahora detentan el poder. Honduras es uno de los tres países más pobres del continente americano. Cerrar las vías de su comercio exterior, suspenderle el suministro de productos y materias primas, cerrarle el acceso al petróleo, son actos políticamente inútiles y demagógicos y humanamente irresponsables, que solo empobrecerán más a la población y le traerán más dolor y más necesidad. ¿Quién se beneficia de la pobreza y la ruina de un pueblo?
En nombre de la “democracia”, como la entienden algunos en esta nueva América ciega y complaciente, se cometen muchos errores. Cincuenta años de absurdo e improductivo embargo y aislamiento comercial contra Cuba debieron haber sido suficientes para que no se cometiera un atropello igual en contra de la gente de ningún país.
Mel debería entender que su regreso no será posible sin la sangre de ese pueblo por el que dice aspira la paz. En todo caso, las urnas se abrirán en noviembre y ahí los hondureños y solo ellos, podrán decirle al mundo qué quieren para su país.

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