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Practitioner-Thinkers: Un Desafío al Liderazgo Tradicional, pero una Revolución para el Liderazgo Moderno

Álvaro Rojas alvaro.rojas@costaricacc.com | Viernes 01 noviembre, 2024


Álvaro Rojas


En el entorno empresarial contemporáneo, los equipos están experimentando una transformación liderada por una nueva clase de profesionales: los practitioner-thinkers. Estos individuos, que combinan una aguda capacidad estratégica con una habilidad sobresaliente para ejecutar, están desafiando los cimientos del liderazgo tradicional y forzando un cambio hacia un modelo más ágil y adaptable. Históricamente, los equipos se estructuraban alrededor de roles definidos donde unos pensaban —thinkers— y otros ejecutaban —doers—. Este sistema jerárquico, caracterizado por la división de responsabilidades, otorgaba al líder control centralizado. Sin embargo, esta estructura empieza a desmoronarse ante la aparición de los practitioner-thinkers, quienes no solo generan ideas innovadoras, sino que las implementan rápidamente, desestabilizando el poder jerárquico y obligando a los líderes a adoptar nuevas formas de dirección.

Pero, ¿quiénes son los Practitioner-Thinkers? Estos team players representan un híbrido entre dos perfiles clave: los thinkers, expertos ideas, análisis y estrategia, y los doers, ejecutores que se enfocan en llevar a cabo tareas con precisión. A diferencia de los primeros, que muchas veces se quedan en la teoría, y de los segundos, que se limitan a ejecutar sin cuestionar, los practitioner-thinkers combinan lo mejor de ambos mundos. Son profesionales que desarrollan estrategias y las implementan con eficacia, lo que les permite alternar fluidamente entre el pensamiento crítico y la acción rápida. No es suficiente pensar; tampoco es suficiente hacer. El nuevo líder debe ser el arquitecto y el albañil de la estrategia que tiene a su cargo.

Rompen con la lógica tradicional que segmenta el pensamiento de la acción. Su contribución no se limita a las ideas, sino a resultados tangibles, integrando la reflexión estratégica con la capacidad de ejecución precisa y ágil. Este perfil desafía a los líderes que todavía operan bajo modelos jerárquicos rígidos, ya que el liderazgo basado en el control se vuelve obsoleto en la era del empoderamiento porque hoy el liderazgo que vive del control, se debilita ante la autonomía.

La autosuficiencia de los practitioner-thinkers representa una amenaza para el liderazgo tradicional y lo desestabiliza, ya que reducen la necesidad de aprobaciones constantes y simplifican las largas cadenas de mando, situación crítica para el líder de la década anterior.

Ellos son capaces de tomar decisiones y actuar por cuenta propia, lo que resulta desestabilizador para los líderes que aún necesitan controlar cada paso. Sin embargo, en el liderazgo moderno, esta autosuficiencia se ve como una fortaleza y el líder moderno debe darle a este tipo profesionales guía, orientación, recursos y sobre todo empoderamiento. Un estudio de McKinsey & Company reveló que las organizaciones que fomentan la autonomía y la toma de decisiones descentralizadas son cinco veces más productivas que aquellas que operan bajo modelos jerárquicos tradicionales (Keller & Meaney, 2017) lo que hace pensar que el líder que no empodera, en realidad empobrece a su equipo.

Los líderes modernos que entienden esta dinámica saben que la agilidad y la autonomía son los valores esenciales para sobrevivir en un mercado altamente competitivo. En lugar de ejercer un control absoluto, confían en que los practitioner-thinkers lograrán resultados, con o sin supervisión directa, pero con orientación estratégica y dirección. Con este tipo de profesionales el liderazgo que prospera no controla; libera. Pero la libertad sin talento es anarquía, esta afirmación subraya un cambio fundamental en la manera de gestionar equipos hoy en día. Según un informe de Deloitte sobre el futuro del trabajo, la capacidad de respuesta rápida, la adaptabilidad y la agilidad organizativa son los factores diferenciadores más importantes en la economía digital (Deloitte, 2021). Los practitioner-thinkers, al actuar como puentes entre la estrategia y la ejecución, son el motor que impulsa a los equipos hacia un rendimiento superior.

Con la incorporación de practitioner-thinkers, la transformación de los equipos es profunda. Ya no operan en silos, sino que integran roles en una sola función, lo que les permite cuestionar procesos establecidos, proponer mejoras y actuar en un ciclo continuo de innovación. El practitioner-thinker no sigue un guion; lo escribe mientras lo ejecuta con la estrategia establecida. Esta habilidad no solo mejora la eficiencia operativa, sino que también fomenta una cultura de innovación constante dentro de la organización. Un estudio de Harvard Business Review revela que las empresas que promueven la autonomía en la toma de decisiones y la ejecución ágil experimentan un crecimiento sostenido, particularmente en mercados volátiles y complejos (Dyer, Gregersen, & Christensen, 2020).

El liderazgo que no se adapte a esta nueva realidad se verá relegado. El líder que no suelta el control, se convierte en su propio límite. En el futuro del trabajo, la capacidad para gestionar equipos autónomos y empoderar a los practitioner-thinkers será el principal diferenciador entre el éxito y el fracaso. Los líderes que comprenden esta premisa no temen soltar las riendas, sino que confían en que sus equipos lograrán resultados más allá de lo anticipado.

El ascenso de los practitioner-thinkers marca el final de la división estricta entre thinkers y doers. Las estructuras jerárquicas rígidas, que frenan la innovación y la agilidad, deben dar paso a modelos donde los profesionales piensen y actúen simultáneamente. El liderazgo moderno no teme a los practitioner-thinkers; los convierte en su columna vertebral. En un mundo donde la velocidad y la innovación son esenciales para mantenerse competitivo, los practitioner-thinkers son la clave para garantizar que las organizaciones no solo sobrevivan, sino que prosperen. Las empresas que logren integrarlos estarán mejor posicionadas para enfrentar los desafíos del futuro con una capacidad de adaptación e innovación constantes.









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