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Miércoles, 11 de diciembre de 2024



FORO DE LECTORES


Presentes y enfocados

Rafael González rafael.gonzalez@cr.gt.com | Martes 20 julio, 2021

Rafael Gonzalez

Ayer estaba con una clienta a quien he atendido por muchos años. Debía responder unas preguntas. El plazo era corto y ella quería hacerlo de manera que sus respuestas fueran claras y precisas. Quería tener que responder una sola vez, adjuntando los documentos de respaldo necesarios y dar por terminado el asunto. Quería que, en ese momento, yo me quedara con ella y lo hiciéramos de una vez.

Sin lugar a dudas, ambos somos personas muy ocupadas. Posiblemente ambos teníamos otras cosas que hacer. Muchos mensajes de WhatsApp. Otros tantos correos sin leer. Tal vez algunas llamadas por devolver o perdidas. Con seguridad, gente en la oficina deseando que lleguemos para preguntarnos sobre temas pendientes. Reuniones o presentaciones qué preparar o revisar. En fin, gracias a Dios, la vida real.

Tomemos en cuenta que hace relativamente poco tiempo todo eso se veía afectado por la necesidad de trasladarnos físicamente, lo cual generaba algún nivel de estrés; pero al mismo tiempo esa limitación reducía la cantidad de asuntos que -creíamos- podíamos atender. Hoy día, la virtualidad nos permite -o nos hace creer que podemos- hacer todas esas cosas en tiempo real, o manejarlas de manera indirecta asegurándonos de que nuestras contrapartes y, sobre todo, nosotros mismos, quedemos satisfechos con nuestro esfuerzo.

En este ambiente tan acelerado, vale la pena que pensemos en dos cosas fundamentales: ¿Cuál es nuestra verdadera motivación? ¿Nuestra propia realización? ¿El reconocimiento de los demás? ¿El ánimo financiero? Todas son válidas; pero generalmente una privará sobre las otras. En nuestro ejemplo, el ánimo financiero podría hacerme convencer a la cliente de que el asunto puede atenderlo perfectamente un subalterno mío.

Tal vez el reconocimiento social me haga quedarme ahí… aunque podría ser que, aún estando ahí, realmente mi desempeño no sea el mejor, porque no esté realmente concentrado o presente. Pero si mi motivación es entregar mi mejor esfuerzo porque lo hago porque eso motiva mi realización personal, posiblemente logre mi cometido.

Eso nos lleva al concepto del aquí y ahora. A estar presente. La decisión de quedarme ahí implica que soy capaz de estar consciente de que todas las demás cosas -correos, WhatsApp, llamadas- siguen ahí. Sin embargo, mi mente es capaz de enfocarse aquí y ahora, de manera total, en las respuestas del caso de mi clienta. Si eso no fuera posible, por el mismo motivo que hubiese aludido para quedarme, debo ser capaz de ser honesto con esa cliente y decirle que me resulta imposible ayudarla en ese instante, y que la solución a su caso la podemos trabajar de otra manera.

En síntesis, cuanto más acelerado se nos impone el ritmo, más cuidadosos debemos ser para que nuestras actuaciones afecten positivamente a nuestros semejantes y a nosotros mismos. Por una parte, con la claridad de que nunca controlaremos plenamente los resultados. Y, por la otra, que nuestras motivaciones y nuestro enfoque serán vitales para que, con base en la consecución de nuestra propia satisfacción personal por la consecución de esas motivaciones, logremos beneficiar a nuestros clientes, colaboradores, familiares, vecinos, etc., con nuestras acciones.






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