¿Prometer y engañar?
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 14 noviembre, 2014
Ni el delito, ni la ética tienen dueño, ni son monopolio de nadie. Ambos conceptos han sido usados hábilmente con propósitos políticos
Sinceramente
¿Prometer y engañar?
Los evidentes brotes de corrupción en el país generaron los elementos de realidad necesarios para el desarrollo de una monumental campaña en contra del liderazgo nacional, cuyo propósito era acabar con su legitimidad.
Pues la campaña tuvo éxito. El liderazgo nacional en buena parte ha perdido su legitimidad y se ha quedado sin liderazgo. ¿Quiénes diseñaron esta estrategia? ¿Quiénes la ejecutaron? ¿Quién ganó con su éxito? La derecha que roba… la derecha que no roba... ¿Quiénes serán los ganadores?
Todos corruptos… fue la acusación que algún partido y medios hicieron en contra de los que habían venido gobernando el país en las pasadas décadas. Acusaciones sin pruebas son difamaciones, pero en Costa Rica se desarrolló la percepción social de que los mismos de siempre eran todos corruptos. Como estrategia política, rindió sus dividendos.
Nadie en su sano juicio, ni en su sana moral, podía votar por los corruptos, por los mismos de siempre que eran los corruptos, por los que robaban y le hacían daño al pueblo, aunque no se hubiera probado materialmente nada en contra de los acusados, en procesos judiciales. Fueron percepciones. Siguen siéndolo.
Los partidos políticos tradicionales en consecuencia perdieron mucho de su caudal electoral. Curiosamente al ganar la oposición abanderada de la ética las cosas no resultaron diferentes a los gobiernos anteriores, ni se han hecho acusaciones y denuncias penales con pruebas en la mano, en contra de todos los corruptos, que según los lemas publicitarios eran: “los mismos de siempre”. Si eran tantos y tan evidentes, ¿dónde están las acusaciones? ¿Quiénes eran? ¿Dónde están?
El señor Presidente de Costa Rica en su discurso de los cien días mezcló corrupción con ineficacia e ineficiencia. Acusó de corrupción actos que eran inaceptables y censurables, pero que no eran penales, que eran producto de la tradicional mala administración pública que él mismo está siendo impotente de corregir.
¿Es lícito difamar con propósitos políticos? ¿Es ético prometer una cosa y materializar actos contrarios a las promesas? La feroz campaña para acabar con el liderazgo nacional fue efectiva. Los hechos vividos en los últimos meses no han hecho más que descubrir la índole de dicha campaña. ¿Prometer y engañar?
¿Dónde está la ética en mentir? ¿Dónde está la verdad como valor? ¿Cómo acusar sin pruebas y convencer? Pues estas y otras preguntas son las que los electores costarricenses deberán de hacerse a partir de ahora, con más y más frecuencia.
Costa Rica debe de aceptar conceptos y aseveraciones tan solo cuando las mismas hayan sido probadas. La destrucción de la presunción de inocencia en Costa Rica, así como el traslado de la justicia de los tribunales a algunos medios, ¿sería ético? Es claro que fue político.
Pues a comprender los hechos, a recuperar el balance, a retomar la legalidad, a no dar tregua a la verdadera corrupción. Costa Rica no espera. Ni el delito, ni la ética tienen dueño, ni son monopolio de nadie. Ambos conceptos han sido usados hábilmente con propósitos políticos claros.
Emilio Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net
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