Reflexiones: A la deriva
Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Martes 02 julio, 2019

Es el nombre de mi ultimo libro que resume las columnas y escritos de este último quinquenio. Se trata de un repaso de la realidad social, económica y política del país, en medio de una creciente incapacidad para tomar decisiones, para llegar a acuerdos y sobre todo, capacidad para mirar al horizonte y definir los derroteros de largo plazo a nuestra sociedad. Lamentablemente, el nombre mi libro parece caer como “anillo al dedo” a las situaciones que vivimos como país, cada día enredamos más las salidas, cada día nos confundimos más, cada paso al frente enreda, complica, debilita y sobre todo, polariza. En medio de todo eso quedan heridos, reproches, desaprobaciones y sobre todo, quedan heridas que no sanan y que ponen más obstáculos al camino que hemos de asumir en el futuro.
Tal como lo he dicho en mi libro, el tiempo pasa y mientras otros avanzan aceleradamente, nuestro barco sigue a la deriva, sin timón y sin timonel, con tripulantes confundidos y con nubes negras que amenazan con una tormenta mayor en el horizonte. El barco ha perdido fuerza, las fortalezas que algún día reflejaba, se han venido debilitando por la falta de mantenimiento e inversión, los motores van a media máquina y en frenada. En medio de la tormenta, se confunde el mensaje y se cambia al mensajero. Definitivamente, pasamos de la emoción y la euforia a una clara confusión y desidia. Quienes de buena voluntad quisieran arrancar de nuevo y empujar el barco, son desplazados por aquellos que en medio de la confusión simplemente disparan a todos lados, generando polarización y desalentando a quienes quieren progresar. Estamos ahogados por nuestras propias fallas, la prensa, los políticos, los gremios empresariales, el gobierno y los sindicatos se disputan la verdad, sin reconocer que cada uno tiene un pedacito de ella.
Lo que ha dado frutos políticos en otras realidades como, México, Brasil y Argentina parece convertirse en la receta de los manipuladores populistas. Confundir, enredar, polarizar que al final del día, la rabia de los ciudadanos terminará por destrozar cualquier razonamiento equilibrado. En medio de todo esto, tenemos un gobierno sin liderazgo, un rejuntado sin rumbo ideológico ni programático, débil en su estructura, ingenuo y falto de sentido común. Estamos así, a las puertas de una crisis institucional profunda, estamos a la deriva. Si dejamos que el país naufrague, el timón se quiebre y se pierda toda posibilidad de rumbo, nuestro barco quedará sin duda y sin remedio a merced de la tormenta.
Seguir reprochando a unos y otros por sus falencias, no resuelve nada, seguir empujando el barco sin rumbo, nos desgasta a todos, ha llegado la hora de llamar a un gran acuerdo nacional. La altura de los tiempos nos exige una apuesta por el dialogo y por la solución pacífica y negociada de nuestras diferencias. Debemos llamar a un dialogo nacional multisectorial que permita avanzar sin polarizar. Debemos construir puentes, no quemarlos. Si quemamos y hundimos el barco, nos hundimos todos. Ha llegado la hora de poner al lado nuestros intereses individuales y gremiales y proteger a Costa Rica.
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