Servir y proteger al usuario vial
David Gómez Murillo gomez.murillo.david@gmail.com | Lunes 02 noviembre, 2020
El 16 de setiembre ocurrió en Caballo Blanco de Cartago una tragedia donde se perdieron siete vidas y se arruinaron muchas más. El 31 de octubre, dos hombres se salvaron de milagro de la embestida de una patrulla fuera de control en Alajuelita. Más allá de buscar culpables en una situación tan triste como compleja, pretendo con estas líneas cuestionar algunas prácticas de los cuerpos policiales en Costa Rica que podrían estar cerca de la raíz de estos eventos.
Como en más del 90% de los siniestros viales con fatalidades, la velocidad estuvo presente en ambos casos. Se sobreentiende que hay urgencia, pero con este punto quiero aclarar que la velocidad mata, y eso nos obliga a preguntarnos si estamos dispuestos a pagar un precio mortal por nuestra seguridad, o si hay alternativas para que la policía haga su trabajo sin que usuarios viales inocentes terminen siendo víctimas de siniestros viales.
En Cartago el carro particular cruza una intersección de una calle local con una vía arterial de cuatro carriles, la ruta 10. Es un cruce difícil; además es de noche y el carro, que no es particularmente fuerte, va lleno. La patrulla se desplaza a una velocidad mucho más alta que cualquier otro carro en la zona en ese momento, y colisiona de lado el carro particular en el tercero de cuatro carriles que debía cruzar.
En Alajuelita tenemos una curva en calle mojada, la patrulla derrapa y, en un intento por enderezar el camino, el chofer pierde el control y se abalanza sobre la acera, justo donde caminaban dos hombres. Para su suerte, la pared del edificio contra el que chocó la patrulla era una cortina de acero, que se desprendió con el impacto, sin prensarlos.
En ambos casos tenemos una patrulla Toyota Hilux 4x4 de doble cabina, que se ha convertido en la patrulla estándar de la Fuerza Pública, a pesar de ser inseguras porque su uso es discorde con su diseño. Están hechas para llevar carga en el cajón, pero al ir siempre vacías son inestables, lo cual fue un factor clave en Alajuelita, donde se aprecia la facilidad con que el poco peso trasero hace que el carro se desequilibre rápidamente. Además, vehículos de gran tamaño no deberían circular en zonas urbanas porque en ellas hay peatones, algunos de los cuales miden menos que la altura de la tapa de una patrulla.
Además son más contaminantes: tienen 40% más emisiones y 5 decibeles más de ruido que un sedán, sin contar llantas más grandes, más aceite, más aire acondicionado, etcétera. Por último, y algo muy importante en momentos de austeridad: cada una nos cuesta veintisiete millones y medio de colones, más sus recurrentes visitas de mecánico y diésel, mucho diésel.
El Consejo de Seguridad Vial busca que en Costa Rica haya un sistema vial seguro. Esta visión propone trabajar sobre los cuatro elementos que componen un sistema vial. Quisiera revisar cómo estamos como país en estos cuatro elementos, a la luz de los siniestros de Cartago y Alajuelita:
Calles seguras: nuestro diseño vial se enfoca en maximizar el espacio para carros, asumiendo, entre otras cosas, que cuanto más ancho es un carril, es más seguro. También compromete a usuarios viales a realizar maniobras de altísimo peligro, como en el caso de Cartago, que el chofer tenía que cruzar una vía arterial de cuatro carriles con más de 24000 vehículos diarios desplazándose a más de 60 km/h. Y esta situación se repite sistemáticamente; seguimos llenándonos de vías arteriales y cruces imposibles.
Velocidades seguras: aunque haya premura, un policía bien entrenado sabe reducir la velocidad cerca de intersecciones, así como en condiciones de lluvia. Ambos casos analizados muestran fallas en este sentido. En Cartago una velocidad tan alta, que no daba margen para error al chofer que, dada la alta complejidad del cruce, era tan propenso a cometer. En Alajuelita es evidente que el carro es propenso patinar a esa velocidad, con esa lluvia y en esa curva.
Vehículos seguros: como lo mencioné antes: el carro de carga que es ahora estándar en la Fuerza Pública no es apropiado para la labor policial regular, especialmente en centros urbanos. La seguridad de un vehículo no debe medirse solo por la protección que ofrece a sus ocupantes, sino por el peligro que su diseño representa para las demás personas. El tamaño y masa de las patrullas actuales, más su inestabilidad, constituyen un serio peligro para los demás usuarios viales. Además, es bien sabido que al mercado latinoamericano no llegan los carros con los puntajes más altos de certificaciones de seguridad.
Usuarios seguros: la ley 9660 introdujo como obligatoria la integración de la materia de Educación Vial en la currícula escolar y colegial. Ese proceso educativo debe ser integral y apegado a la pirámide de movilidad, con una nueva visión que evolucione de “cuidado, ahí viene un carro” a “cuidado, ahí viene un peatón”. Así, en el caso de Alajuelita por tratarse de una zona de evidente tránsito peatonal, un policía capacitado en la pirámide de movilidad sabría que, sin importar la premura, no puede poner en peligro la vida de peatones, y bajaría la velocidad.
Por último, es clave hacer efectiva la ley, con duras sanciones a conductas inseguras. Pero educar y sancionar solo funcionan juntas. En Costa Rica aún no educamos tanto como deberíamos ni con el enfoque que deberíamos, y nuestra capacidad de sancionar es bajísima, con un faltante abismal de recurso humano en la Policía de Tránsito.
Como país, no tenemos un buen desempeño en sistemas seguros. Estamos lejos de tener usuarios, vehículos, velocidades y calles seguras. Tenemos el marco legal que lo facilita, pero es un proceso que hay que emprender con mucho ahínco, convirtiendo voluntades políticas en hechos concretos.
La misión de la Fuerza Pública de Costa Rica es “servir y proteger al ser humano”. Solo les pido que al servir también se aseguren de proteger a las personas en la calle.
David Gómez Murillo
Consultor en movilidad