Si yo fuera acusada de corrupción
Marilyn Batista Márquez mbatista@batistacom.com | Jueves 17 febrero, 2022
Si yo fuera acusada públicamente de corrupción, aún sin que mediara un cargo oficial por el presunto delito, haría todo lo posible por esclarecer la situación.
Colaboraría con la entrega de contratos, misivas y otros documentos a las autoridades involucradas en los hechos, para facilitar la investigación de mis actuaciones.
Abriría mis cuentas bancarias en territorio nacional y extranjero, y de encontrarme fuera del país en donde me cuestionan, hubiera regresado ipso facto como acto de respeto a todos los miembros de la sociedad, los cuales son considerados igualmente sujetos a códigos y procesos investigativos, aún en condición política que no haga referencia a ningún estatuto en concreto y acusación legal.
Me presentaría personalmente ante las autoridades competentes, sin intentar que la entrevista, diálogo y refutación de los hechos que se me inculpan se realicen mediante grabación en video, Timeline o zoom, porque mi dignidad, reputación y honorabilidad no podría estar sujeta a un tecnicismo que prevenga la captura de mi persona, como defensa a la verdad.
Si como ex funcionaria pública cuestionan mi probidad, y la Asamblea Legislativa me convocara a comparecer personalmente, aun sabiendo que es un espectáculo político, cuyas intenciones no son de esclarecer, sino de causar afectación a mi imagen y credibilidad, asistiría en la fecha más conveniente para el grupo de inquisidores, porque nada me impediría presentar mi alegato y exculpación.
Tampoco temería visitar “como ladrón en la oscuridad” a la patria en donde me han envestido con calumnias y dramas siniestros, porque la verdad se corrompe con el silencio y el ocultamiento.
Y conociendo la conducta de algunos necrófagos carroñeros de diferentes sectores, no actuaría en contra de la ética y la moral, aunque el acto por el que me cuestiona carezca del debido proceso de ley. ¡Cómo desprenderme de mi investidura de líder y ex funcionaria pública!, si recordaría que no es bien visto y es incorrecto recibir compensación, contrato, beneficio o dádiva de aquellos con los que establecí relaciones comerciales, durante el tiempo en que asumí el cargo público. Dijo Séneca “Lo que las leyes no prohíben puede prohibirlo la honestidad”.
Estoy convencida de que la honestidad es un regalo costoso que prospera en todas las condiciones de vida, que puede más que la razón y es absolutamente necesaria para dejar un legado inquebrantable. Por lo anterior, si finalmente no hice nada oportuno, de carácter legal o presencial defensivo para rectificar mis acciones, -y quisiera ganarme la confianza y el respeto de mi pueblo-, entonces intentaría redimirme, devolviendo cada dólar (o parte del dinero) que recibí de forma inapropiada, sospechosa o irregular, creando una fundación de causa meritoria, donando directamente el dinero a una organización sin fines de lucro, estableciendo programas sociales gratuitos que aporten al desarrollo y calidad de vida de la comunidad, u obsequiando un día de alegría a alguna comunidad costarricense de escasos recursos económicos.
Recuerdo el asalto de 7 millones de dólares a la compañía Wells Fargo, realizado en 1983 por el grupo “Los Macheteros”. El dinero fue utilizado para impulsar su agenda política, pagar salarios de los miembros del grupo y unos $80,000 fueron destinados a la compra de juguetes que se distribuyeron el Día de Reyes entre niños y niñas pobres de Connecticut, la mayoría latinos.
Aunque los que perpetraron el robo fueron identificados, acusados y muchos de ellos condenados a décadas de años en la cárcel, 39 años después del suceso, específicamente el 6 de enero del 2022, todavía podemos leer un tweet que dice: “En Hartford, Connecticut siempre recordamos con mucho orgullo a nuestros Reyes Macheteros. ¡Feliz Día de Reyes y Qué Viva Puerto Rico Libre!”.
Para nada pretendo glorificar, ni mucho menos estimular actos delictivos, pero si algún día me ciega la codicia, pierdo la vergüenza, caigo en las garras de la corrupción, enlodo mi nombre y el de mi estimada familia, lo menos que haría es intentar limpiar con alguna buena acción la mugre que dejé. “El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”, Confucio.
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