Sinceramente
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 02 junio, 2023
Construir un país
¿Hacia dónde deseamos conducir este país nuestro? ¿Qué debe de construirse y qué debe de desecharse? Estas preguntas deberíamos estar haciéndonoslas los costarricenses y nuestros dirigentes todos los días. Muchas veces parece que el diario trabajo y los apremiantes problemas que enfrentan nuestras comunidades y nuestras instituciones no permiten a los que dirigen el país pensar, planear y construir el marco estratégico necesario para proyectar a Costa Rica hacia el futuro, hacia el desarrollo, hacia una sociedad cada vez más democrática y más igualitaria. ¿Será que preferirían que las cosas permanecieran tal cual están hoy día?
Escuchamos pleitos, descalificaciones e insultos todos los días en todos los medios. El pleito y la confrontación es hoy una moneda de uso común en nuestra arena política. Lo lamentable es que el insulto, la descalificación y los troles desaforados en contra de quienes tienen opinión propia que difiere de la que ellos han sido ordenados de guardar es la norma de nuestros días. El insulto no construye. Las descalificaciones no forman institucionalidad. La agresión de los gatilleros menos aún. ¿Cómo construimos este país de nuestros amores? ¿Cómo logramos la unidad de los costarricenses en torno a un ideal, un programa de país, una aspiración de estado? Una casa dividida no sobrevive. La polarización social extrema imposibilita el dialogo de altura.
Quienes han levantado la bandera de la anti política para desacreditar todo lo hecho en el pasado, así como acabar con las organizaciones política que construyeron el país han tenido éxito en su tarea demoledora. Hoy los costarricenses afirman que lo hecho en los últimos cuarenta años es basura, aunque el deterioro en educación, salud, vivienda, seguridad es reciente.
Hay que construir más e insultar menos. Hay que pensar más y descartar los estereotipos que nos han vendido. Hay que planear más en consenso para que en unos cuantos meses o unos pocos años no llegue alguien a desbaratar la difícil tarea de construir, organizar, moldear la institucionalidad con la que el país deberá superar los problemas y proveer soluciones enriquecedoras y perdurables a la población.
En unos meses los insultos y las descalificaciones se habrán olvidado y serán palabras al viento. La construcción de un país debe de ser una tarea que trascienda en sus positivas consecuencias el presente y se interne en el futuro. La escaramuza política de hace dos administraciones no podemos repetirla ha caído en el olvido, pero el vacío de soluciones para acabar o mermar algunos de nuestros problemas se siente y perdura.
El país requiere que se aborden tres grandes ejes programáticos. El primero es la economía que es la forja del empleo, de la riqueza del futuro y de la superación del país y de sus habitantes. Sin equilibrio fiscal, sin una economía en crecimiento, sin generación abundante de empleo, sin inversión extranjera significativa el país demorará mucho más en lograr crecer y alcanzar su desarrollo.
El segundo eje es la transformación de la estructura de nuestra sociedad a una más justa. Miseria, pobreza, ignorancia, alienación, desempleo, brechas abismales en riqueza, ingreso y educación, desigualdad de la mujer y las minorías, inexistencia de la igualdad de oportunidades y de movilidad social a base de esfuerzo, enfermedad, son elementos que resaltan la importancia de este segundo eje.
El tercer eje es la democracia. Libertad y democracia, deben de cultivarse día a día y fortalecerse de manera intensa. El esfuerzo de muchos por reemplazar la democracia por el autoritarismo es un síntoma poderoso de la labor fallida que el país acusa en formación democrática y en enseñanza de la cívica desde los hogares, escuela, colegio e incluso universidades. La elección de diputados y alcaldes, la escogencia de nuestros ministros e incluso de nuestros magistrados, la formación de las leyes, la adaptación de las instituciones del pasado al futuro exigente y dinámico, todo señala la necesidad de fortalecer la democracia y lograr cambios importantes en algunos sectores de la política y la institucionalidad.
No es asunto necesariamente de una reforma total de la constitución, sino la reforma parcial de los aspectos puntuales que requieren actualización, de las reformas legales que el país necesita para mejor conjugar libertad y democracia, para asegurar el futuro, para lograr la permanencia de los derechos humanos, los derechos civiles, los derechos políticos y de la libertad y democracia en su más amplio sentido. Nada de esto se está trabajando en ningún partido y claro está el insulto y la descalificación no van a lograr esa construcción y estos cambios.
La lucha por la excelencia y el permanente reto por mejorar el nivel de conocimiento de quienes nos dirigen se encuentra lamentablemente detenido y paralizado. La inteligencia y la excelencia se han visto reemplazadas por la mediocridad. Nada construye un insulto ni una descalificación, tampoco un enjambre de troles que acaben con los mensajeros en la palestra. La construcción de un país es cosa muy seria y compleja.
El consenso no es un asunto de un toma y daca de privilegios y recompensas corruptas. El consenso no se trata de destruir a los que piensan y deciden diferente a nosotros, se trata justamente de incorporar los elementos que los hacen discrepantes para un mejor devenir del país y del sistema. Democracia e imposición no van juntas y son excluyentes. Seriedad, reflexión y pensamiento de altura es excluyente de exclamaciones destempladas y del permanente insulto y descalificación.
La seriedad y la altura, la prevalencia de las ideas y el objetivo nacional de crear y de recrear el país deben de ocupar permanentemente nuestra atención. No es tarde aún, pero podría serlo mañana.
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