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Sinceramente

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 19 julio, 2013


Se deben crear mecanismos que nos permitan destituir a los diputados que no están cumpliendo. Cuatro años es mucho tiempo para aguantarnos lo que no queremos


Sinceramente

Comentábamos hace unos días la importancia de una oposición al PLN fuerte, vigorosa y a su vez cargada de talentos, para proveer equilibrio de poder e interlocución válida a las negociaciones nacionales.
Información surgida en estos días da cuenta de que el 41% de los costarricenses no ha escogido bando, ni partido. Tal ha sido la consecuencia del fenómeno mediático, que ha señalado a todos los partidos políticos corruptos y a sus dirigentes también.
Cerca de un 19% de todos los costarricenses en edad de votar, dice una de esas encuestas, está decidido a no hacerlo no importa quién sea candidato, ni cuál sea el partido.
Son los no rotundos. Son los que perdieron fe, confianza y credibilidad en el sistema eleccionario, en la democracia y en los partidos. Para ellos el no es la respuesta, el no sufragar. Me parece un terrible error ciudadano. Siempre participar y elegir a quien parezca el mejor es un acto de responsabilidad. Siempre votar es una forma segura de impedir que otros elijan autoridades que no queremos. Ese 19%, uno de cada cinco costarricenses que ha tomado la decisión de no votar, le hace un tremendo daño a Costa Rica y constituye una dolorosa renuncia a un ejercicio al que hemos llegado luego de tremendas luchas.
¿Por qué tenemos una alta tasa de abstencionismo? ¿Como censura al gobierno de doña Laura? Creo que no. Creo que es un síntoma ominoso de censura al sistema, al régimen democrático que vivimos, y principalmente a los partidos políticos.
Pareciera que nos dicen los que se abstienen: como nada cambia y si el sistema no tiene nada para mí, ¿para qué voy a participar? ¡Los partidos son cerrados y tienen dueños: grandes argollas!
Peor aún, el 22% aún está indeciso de si va a emitir su voto. Esto podría magnificar finalmente el 19% de los inconformes llevándolo por encima de los registros históricos. Los que no desean votar forman un grupo creciente.
El sistema debe recibir una sesuda reforma política, y todavía estamos a tiempo. La elección de los diputados debe de modificarse para que se establezcan distritos electorales claros y definidos con sus correspondientes diputados.
Todos debemos de saber por quién votamos, el nombre de quien va a representarnos. Debemos tener a su vez excelentes diputados nacionales. Los diputados deberían poder reelegirse de manera continua. Los electores eliminarían a los no deseados y conservarían a los buenos diputados. Sería un proceso continuo de selección de los mejores.
Se deben crear mecanismos que nos permitan destituir a los diputados que no están cumpliendo. Cuatro años es mucho tiempo para aguantarnos lo que no queremos. Debe de ser una combinación virtuosa.
Si no hay reforma habrá explosión en algún momento. Sinceramente, no queremos una explosión ¿verdad?

Emilio Bruce

Profesor
abruce@larepublica.net
 

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