¿Síndrome de Estocolmo en la Asamblea Legislativa?
Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 07 junio, 2023
Es difícil entender la posición de las mujeres parlamentarias de la actual Asamblea Legislativa, con relación al proceso de aprobación forzosa que están haciendo del Proyecto de Ley de las jornadas esclavistas de 12 horas diarias.
Han desarrollado un vínculo más que positivo con quienes les mandan y exigen aprobar, sin discusión alguna, la ley esclavista de las 12 horas diarias. Actúan igual que cómo lo hacen las personas que son víctimas de un cautiverio, un secuestro, una esclavitud, un abuso sexual, una violencia afectiva de una pareja o de miembros de quienes sobre ellas ejecutan o realizan cultos, pero, en todas estas categorías, de carácter político. Es decir, se comportan como si fueran cautivas políticas de dirigentes políticos de sus partidos, o de quienes mandan en sus partidos; como si fueran secuestradas por los esclavistas laborales que quieren imponer la jornada de sobre explotación de 12 horas diarias sin reconocimiento de pagos extras; como si fueran abusadas sexualmente por depredadores políticos de sus organizaciones políticas y las que representan, de los esclavistas empresariales; actúan como si fueran violentadas por sus parejas políticas, que solo ellas conocen y siguen totalmente identificadas con sus decisiones, o como si fueran miembros de alguna secta de vudú político donde se comportan con sus votos como zombies parlamentarios votando ciegamente, sin opinar, al toque mágico de las palabras “discutida la moción” sin que se hubiera dado ninguna discusión… Esto que vale para ellas también vale para ellos…
En todos estos casos, con su silencio parlamentario, estos zombies parlamentarios están totalmente identificados con sus captores, con sus abusadores que les obligan a votar “en contra” de las mociones, y los tienen preparados para votar a favor de la aprobación del proyecto de ley de las jornadas esclavistas.
No me cabe la menor duda de que esta identificación afectiva, más que amorosa, de estos diputados y diputadas, con los esclavistas propiciadores y proponentes de la jornada exhaustiva de 12 horas diarias, es simplemente una manifestación de una particularidad del síndrome de Estocolmo, que se manifiesta en personajes políticos como estos con quienes los tienen “cautivados”, y les dan órdenes de cómo votar este Proyecto de Ley de las 12 horas. Quien ve las sesiones parlamentarias difícilmente podría hacer una lectura diferente de lo que he descrito.
La Asamblea Legislativa se integra por 57 representantes populares, llamados diputados y diputadas, electos por diferentes partidos políticos, de conformidad al resultado electoral que tuvieron para elegirlos. Actualmente la Asamblea Legislativa tiene seis partidos y con ellos 27 diputadas, la mayor cantidad de mujeres electas desde 1953.
Que yo recuerde, nunca en la Asamblea Legislativa se ha podido coordinar a todas sus diputadas, como un solo grupo, que por su cantidad bien podrían imponerse para las votaciones, para impulsar proyectos de ley de interés de las mujeres costarricenses. El esfuerzo más importante que se impulsó en ese sentido, según recuerdo, fue cuando Gloria Valerín, diputada de la Unidad Social Cristiana, trataba con empeño lograr esta unidad, pero siempre de manera infructuosa. La mayoría de las mujeres diputadas votan, en grupo, para cosas casi baladíes, sin gran importancia de repercusión social trascendente.
Es explicable que así sea, y que así siga produciéndose la participación de las mujeres diputadas, como la de hombres. ¿Por qué? Porque responden en primer lugar al origen de su elección, a sus partidos políticos y a los intereses y compromisos que esos partidos tienen, representan y llevan a la Asamblea Legislativa.
En un segundo lugar, porque muchos de esos diputados y diputadas, en las últimas integraciones legislativas responden también a candidatos presidenciales de sus partidos, o a precandidatos presidenciales que son los que los nominan en sus propios partidos, a esos caciques partidarios, más que a las propias estructuras partidarias que los designan como candidatos a diputados.
Las estructuras directivas partidarias hace mucho tiempo perdieron el influjo real y directo sobre las decisiones de sus diputados, y en muchos casos han sido los diputados con sus acciones los que se imponen a sus propios partidos y direcciones políticas. Los partidos políticos dejaron de ser organizaciones políticas directoras, guías de luchas políticas, de proyectos políticos…Pasaron a ser clubes de grupos internos, sin orientación ni hoja de ruta. En el caso de la Ley de las jornadas esclavista lo hemos visto. Los partidos no dicen nada. Todo queda a la acción y decisión que toman los diputados. En apariencia como si no hubiera un cordón umbilical entre ellos, con lo cual las organizaciones partidarias “salvan” su responsabilidad.
Los líderes históricos e importantes de esos partidos pueden pronunciarse en contra de lo que están haciendo los diputados de sus partidos o de sus corrientes ideológicas o partidarias, sin que los escuchen ni modifiquen sus comportamientos. Así, Rafael Angel Calderón Fournier y José María Figueres, se han pronunciado en contra de esta legislación esclavista, sin que tuviera ningún eco en la Asamblea Legislativa, ni en sus partidos. El pronunciamiento de estos líderes, además de débil, y nada enérgico, fue como un canto a La Luna. En el caso de Rafael Angel ha sido más patético porque la reforma de la jornada esclavista ataca el corazón de la Gran Reforma Social de su padre, el Dr. Rafael Angel Calderón Guardia, personaje cada vez más olvidado en este sentido, hasta por su hijo, según parece, en tanto esa Reforma Social que contribuyó a impulsar y aprobar, cada vez más la desdibujan, la borran, la destruyen, sin ton ni son.
En el seno de Liberación Nacional los principales dirigentes actuales, recién nombrados Secretario General y Presidente, se pronunciaron tímidamente en contra y fue igual. Ni siquiera su Directorio Político les dio eco. Me han recordado dos películas, si la memoria no me falla, que tratan temas de incomunicación, en lo que recuerdo, “Fata Morgana” del Director Vicente Aranda, estrenada en 1967, y “Los enanos también crecen”, de 1970, del director Werner Herzog, donde pareciera que los “enanos” parlamentarios, para este caso, se rebelan contra las Garantías Sociales, el Código de Trabajo, los beneficios sociales de los trabajadores, actuando cruelmente. Deberían exibirlas en la Sala Garbo, que allí las deben tener, para un cine foro político sobre la actualidad. Eran películas pesadas…intelectualmente.
La jornada de 12 horas diarias va a golpear más a las mujeres. Por eso es insólita la actuación complaciente de las diputadas, con entregar, con esta Ley, a las mujeres para que se abuse de ellas, quienes tendrán que dejarse abusar por hambre, por un ingreso económico aunque raquítico sea.
La desocupación está golpeando en un 75% más a las mujeres, que han perdido su empleo, que a los hombres desempleados. La pandemia redujo en más de 100.000 mujeres a las cabezas de familia de las 350.000 que había al momento de iniciarse. El desempleo que llegó a crecer a 600.000, aumentando en 400.000 lo que existía. De ello, apenas han recuperado 200.000 de esos empleos. De ese total siguen desempleados 400.000.
La cifra de los que buscan empleo ya no toma en cuenta a estos desempleados que “renunciaron” a buscar empleo porque no lo encuentran.
El trabajo informal se dice que ya llega casi al 60%. Los 120.000 jóvenes que durante la pandemia dejaron las aulas, ¿dónde están?
El Proyecto de ley de las jornadas esclavistas dice claramente que el trabajador que voluntariamente se pase, voluntariamente se puede devolver a la jornada de 8 horas. Pero, a renglón seguido dice el mismo artículo, qué en ese caso, el patrón puede pagarle “todas” las prestaciones, lo cual quiere decir en el lenguaje de la Señora de Purral, que lo despiden, que lo echan, y que el nuevo contratado, sustituto de este echado trabajará con la jornada de 12 horas, o no lo contratarán.
Mas claro no canta un esclavista, perdón, un gallo, un gallo de lidia, de pelea, que son sumamente agresivos, agresividad que tienen las hembras como los machos, lo que en algunas diputadas y diputados es visible…
La agresividad de los gallos se da estacionalmente y con la muda anual de su plumaje. En la Asamblea Legislativa pareciera que en estas sesiones extraordinarias están en su etapa de mayor agresividad…no admiten discusión alguna, aunque consignan falsamente en las actas que las mociones fueron discutidas, y por ello votadas. De allí, que algunos se pavonean exhibiendo su arrogante plumaje, sus bravuconadas y amenazas.
En los criadores de gallos de México se dice que las gallinas dan la ley y los gallos la espuela. En Perú, por ejemplo, los gallos de pelea son muy caros y su línea de sangre, en parte por su antigüedad, garantiza las peleas. Se caracterizan por su velocidad, poder, corte, resistencia y agresión…son luchadores natos, y son buenos para la exhibición.
Debería analizarse el Síndrome de Estocolmo como respuesta psicológica de los diputados a favor de la jornada esclavista de las 12 horas diarias.
Si se tratara de una ideología a favor de las 12 horas diarias de trabajo, entonces, los diputados están totalmente ideologizados o con falsa conciencia. Definamos los términos primero. Ideología es todo aquello que justifica la dominación, la explotación, la opresión, en cualquier forma que se manifieste. De esta manera, quienes proponen la jornada de las 12 horas están justificando la dominación, no solo política, sino laboral, económica y legal con la forma acelerada del procedimiento que acordaron para aprobar esta jornada esclavista. Igualmente, están totalmente identificados con esta ideología dominante, la siguen y la defienden a capa y espada. Los que resisten este proceso, los pocos diputados heroicos del Frente Amplio, y unos cuantos más, tiene clara conciencia de lo que enfrentan. Es lo que se llama tener conciencia de clase. Puede haber diputados que tengan una falsa conciencia, lo que quiere decir que aceptan la ideología como si fuera propia, como si fuera su propia conciencia cuando es la de su dominador, situaciones éstas que se reflejan en el Síndrome de Estocolmo que están sufriendo los diputados, y especialmente las diputadas, por los dobles y triples trabajos que se cargan sobre las mujeres.