Social democracia: ¡la pobreza enemiga de la igualdad!
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 10 febrero, 2017
¿Cómo luchar contra la pobreza? ¿Cómo tener menos pobres en un país? ¿Cómo movilizar a grandes masas en la pobreza a un estado mejor de cosas? Claro está, sin desmotivar o desestimular a quienes ya eran hombres libres, propietarios, emprendedores o profesionales independientes
Sinceramente
Social democracia: ¡la pobreza enemiga de la igualdad!
En 1848, en un conflictivo ambiente político, económico y social donde tres grandes revoluciones socialistas se habían producido en el verano de ese año, nació la social democracia. Conjugó los valores de la burguesía con los de los obreros y desarrolló su sistema económico político social dentro de la democracia liberal.
La libertad y la igualdad, dos principios liberales por excelencia mantienen una relación estrecha entre sí. No hay libertad sin igualdad frente a la ley y no hay igualdad sin libertad para todos. La social democracia a su vez adoptaría la democracia liberal como patrón político.
Pobreza e igualdad son incompatibles, sin igualdad no hay libertad. Estos principios hacían en extremo compleja la resolución de las dificultades sociales, sobre todo porque la social democracia no deseaba transformar a los ciudadanos de un país en proletarios, sino generar el mayor número de ciudadanos libres, de emprendedores, de profesionales independientes y de propietarios.
¿Cómo luchar contra la pobreza? ¿Cómo tener menos pobres en un país? ¿Cómo movilizar a grandes masas en la pobreza a un estado mejor de cosas? Claro está, sin desmotivar o desestimular a quienes ya eran hombres libres, propietarios, emprendedores o profesionales independientes.
La social democracia pensó que la mejor receta para resolver la pobreza y los problemas de la sociedad era determinar primero las causas generadoras de estos problemas, de la baja producción de quienes sufrían de la pobreza, del origen de la poca educación de muchas de esas personas, de sus exiguas remuneraciones. Pensó que lo primero era un diagnóstico económico social y que luego vendría la construcción de las soluciones estructuradas. Se procedió con gran pragmatismo. Se encontraron muchos círculos viciosos. Se producía poco porque las personas no eran preparadas. No eran preparadas porque eran pobres y no podían pagar su educación. Como no eran educadas no podían producir en procesos industriales o agrícolas que requerían entrenamiento y tenían salarios muy bajos que los situaban en pobreza. Grandes soluciones vendrían.
Era claro que la libertad era uno de los principios social demócratas, pero los otros dos eran justicia y solidaridad. La intención social demócrata no era crear un sistema de clientelismo permanente que atentaba contra la dignidad del individuo. No era asistir de manera eterna a todos los pobres porque la sociedad no podía sostener ese esfuerzo. El propósito social demócrata era crear un sistema de solidaridad de quienes producían competitivamente para que ellos de manera justa pagaran salarios y generaran transferencias para el Estado que redistribuiría ese ingreso entre quienes carecían de todo. El propósito era crear un círculo virtuoso de salarios crecientes, consumo creciente y producción lucrativa. ¡Todos ganaban!
El presupuesto nacional surgió como un gran instrumento redistribuidor del ingreso, permitiendo que servicios de salud, seguridad, educación, entrenamiento e infraestructura pública fueran costeados por vía de los impuestos de quienes generaban más ingresos.
El éxito de las transferencias se originaría en que las agencias e instituciones tenían gastos fijos bajos, planillas escasas, poca empleomanía, y se podía dejar libre la mayoría de los recursos para generar justamente la asistencia solidaria. Impuestos y contribuciones para atender los problemas sociales nunca fueron contemplados como generadores de burocracia estatal o que en las instituciones de asistencia o previsión social se dieran prácticas planeadas de desperdicio, corrupción, robo, desviación o clientelismo partidarista con dichos recursos. En Gran Bretaña y en Alemania se fijaron topes y límites a ese gasto.
La determinación de las causas y disparadores de la pobreza llevó a los social demócratas a determinar que educación, salud, salarios mínimos, jornadas máximas, seguridad, infraestructura pública, productividad y producción así como impuestos eran dichos disparadores. Que sobre estas áreas el Estado debía intervenir activamente. Que el Estado ya no sería el árbitro pasivo del liberalismo sino el activo interventor de la social democracia.
Emilio R. Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net
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