Socialcristianismo ¡Solidaridad!
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 02 diciembre, 2016
“No es un sentimiento de vaga compasión o de ternura superficial por los males de tantas personas, cercanas o distantes. Por el contrario, es la determinación firme y perseverante de trabajar por el bien común: o sea por el bien de todos y cada uno porque todos somos en verdad responsables de todos”. Juan Pablo II. Encíclica Sollicitudo rei socialis. 1987
Sinceramente
Socialcristianismo ¡Solidaridad!
El socialcristianismo establece la responsabilidad de la solidaridad social en las comunidades que gobierna. Nada más sencillo de enunciar y nada más complejo que ir construyendo. El individualismo y el egoísmo corren fuertísimos en la humanidad y el sentido de desprendida solidaridad resulta particularmente difícil de despertar y de inducir en un conjunto humano.
¿Cuántas veces no hemos escuchado a alguno decir: ese no es problema mío? ¿Cuántas veces ante la solicitud de ayuda en recursos o actividad personal hemos recibido por respuesta: otro día, ahora no?
En el socialcristianismo se valoran la compasión y la ternura de las gentes, pero se promueve de manera institucional, consciente y deliberada la determinación firme y perseverante de trabajar por “el bien de todos y cada uno, porque todos somos en verdad responsables de todos”.
La construcción de una sociedad socialcristiana pasa de manera planeada por la instauración de la solidaridad entre los componentes sociales de una comunidad. No es que no se valore la iniciativa individual, la libre interacción económica, ni el libre albedrío, la libertad de disentir y de opinar. Es que una sociedad socialcristiana debe ser estructurada sobre la dignidad especial del ser humano, la noción y prevalencia del bien común y la solidaridad.
Una sociedad institucionalmente solidaria es más fuerte, más orientada a la búsqueda de soluciones de bien común y menos dejadas en manos de la iniciativa individual y la casualidad, ocurrencia o generosidad públicas. La red de seguridad social que genera y protege a todos, porque en verdad todos somos responsables de todos, es suprema.
El señor arzobispo de San José monseñor José Rafael Quirós Quirós afirmó: “Es hora de iniciar un diálogo de altura donde se anuncie respeto por la persona y su dignidad. Las polarizaciones nunca llegan a buen término…” Y es que si todos somos responsables y solidarios con todos y nuestra solidaridad debidamente institucionalizada se ejerce con rigor ya no depende la solución de los problemas comunitarios de la vaga compasión o de ternura superficial por los males de tantas personas, cercanas o distantes.
Quien fuera en vida el arzobispo de San José monseñor Román Arrieta Villalobos, tenía una frase popular y pegajosa sobre la solidaridad socialcristiana: “O nos unimos o nos hundimos”.
Ser parte de una comunidad nos hace también parte de problemas pero nos hace aún más parte de las soluciones a esos problemas de la comunidad, siempre en observancia de los pilares de respeto a la dignidad del ser humano individual, a su libertad, a su criterio, vocación y naturaleza, con observancia al principio de bien común y en espíritu activo de solidaridad. Una sociedad humanista y sensible, una sociedad iluminada por los principios socialcristianos siempre habrá de enfrentar sus problemas con solidaridad y desarrollar sus soluciones con atención a ella.
Emilio R. Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net
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