¿Son vocacionales las universidades?
Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 06 noviembre, 2024
Las universidades originalmente se establecieron como centros de estudio, de pensamiento y en muchos casos de oración donde asistían los hijos de la nobleza por dos o tres años de reflexión y calma. Toda línea de pensamiento era aceptable y el debate de ideas era buscado y fomentado por los profesores, muchos que eran clero. Sin embargo, si el clero era luterano las creencias básicas de ese credo no se cuestionaban. Igual las católicas o las anglicanas.
Poco a poco se fue evolucionando el papel de estas instituciones especialmente cuando la clase mercantil comenzó a mandar a sus hijos para mezclarse con los de sangre azul. Pero fue en la segunda parte del Siglo XX que hubo una explosión de asistencia cuando la clase media descubrió que una persona con un título universitario tenía acceso a toda una serie de ocupaciones y posiciones de empleo bien remuneradas no importa sus antecedentes sociales.
En algunos países el costo oportunidad de asistir a una universidad por cuatro o cinco años era sumamente elevado sin contar lo que cobraban estos centros de matricula y los gobiernos se apresuraron a organizar y financiar instituciones pagados desde el erario.
A los hijos e hijas (ya se incluyeron a las mujeres) de la clase media y quizás de la trabajadora en general no les importa mucho aprender historia, música, arte, sociales diversos; quieren aprender algo de que les abre la puerta a un salario sobresaliente en una empresa, un gobierno o una institución.
En las universidades grandes con un grupo de profesores tiempo completo si se mantiene un ambiente de debate de ideas, aunque muchos de los docentes (igual que el clero de las universidades de antaño) mantienen un credo de izquierda que no se permite debatir.
El problema surge cuando estudiantes, quizás mal orientados, persiguen carreras universitarias que son poco exigidas en el mercado laboral. Estos incluyen sociología, derecho, ciencias políticas, antropología, comunicación, historia, geografía, música, idiomas que no son de uso cotidiano en el país de estudio, economía, y muchos más. Las familias de estos educandos, muchos sin educación superior, asisten a la graduación de sus hijos en estas disciplinas solo para descubrir que el poseedor del titulo emitido no tiene opciones laborales serios.
Lo que sucede en las universidades privadas con sus estudiantes realmente no es de interés para el público en general. Pero las instituciones estatales, mantenidas por aportes del erario, sí son de prestar atención. Si estas están produciendo gran cantidad de profesionales que no tienen opción laboral en su país, ¿por qué seguir manteniéndolas?
Por muchos años la solución para los graduados en disciplinas no necesarias era un empleo en el sector público. Pero ya no tiene capacidad la burocracia estatal de absorber estas personas, muchas que ocupan puestos que provocan desdén, inquietud y lágrimas.
Cuando se negocian los presupuestos de las estatales surge el tema del tipo de carreras que ofrecen y su necesidad para el progreso nacional. Los docentes argumentan “autonomía” y no aceptan criterios adversos.
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