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Miércoles, 19 de febrero de 2025



FORO DE LECTORES


Tano, el maestro de maestros

Lic. Amado Hidalgo Quiros hidalgo.amado36@gmail.com | Miércoles 12 febrero, 2025


Lic. Amado Hidalgo Quiros


Lic. Amado Hidalgo Quiros

Tano, el maestro de maestros

A Gapari lo conocí entre las letras de sus columnas bien escritas y con un ácido maravilloso.

“Fulanito de tal: ¿Jugó?”

“Sutanito: Arrastró las cobijas en un juego somnoliento”

Y muchas frases punzantes por el estilo. “Así los vimos” era una cita obligatoria para quienes gateábamos el periodismo por las gradas de Ciencias Sociales, en la UCR, en los albores de los 80.

Como practicante, me tocó llegar a La Republica un tiempo después, cuando aún estaba fresca la noticia de que a Tano lo habían despedido porque en la noche más épica del fútbol tico, la del triunfo olímpico frente a Italia, no escribió la crónica porque su noche etílica lo dejó fuera de juego.

Unos años más adelante me volvió a palpitar el corazón de alegría cuando se sentó junto a los redactores de la Revista Triunfo y propuso el primer tema de lo que sería su nuevo trabajo en el recordado semanario de La Nación: Iría durante una semana a los entrenamientos de Silvia Poll y los lectores podrían gozar de las vivencias diarias de la súper ondina tica.

Ingenuos, lo esperamos toda la semana y más allá. Desaparecido, no hizo falta ni que el director Manolo Fernández le entregará carta de despido.

La revista no conoció una sola palabra de su excelente pluma, cuyas crónicas tenían una mezcla de agudo análisis y ficción literaria. Mi encuentro con Tano seguía siendo un juego a las escondidas.

Su alcoholismo no opacó mi admiración por él. Al contrario, encontré en su libro ( Para nunca olvidar) el testimonio de un guerrero que bajó al infierno una y otra vez y resucitó tantas veces que el diablo borrachín un día decidió soltarlo y devolverlo herido, pero con la pluma en ristre, dispuesto a reeditar sus notables páginas de periodista valiente, irónico y temerario.

Un día me llamó, después de que Triunfo pasó a la historia, para ofrecerme un proyecto que me parecía fantasioso. Pero el gusto de al fin trabajar a su lado me convenció: un hijo de Jorge Pastor Durán quería revivir “Sol y Sombra” y el director de la revista sería el mismísimo Tano.

Un viaje a México para escribir una historia de los ticos allá terminó de convencerme: Visité a Jafet, Arguedas, Medford, Guthrie y no recuerdo a quien más. Intenté pulirme para quedar a la altura con el Maestro, pero la pobre economía del proyecto apenas alcanzó para dos ediciones.

Los caminos de nuevo se separaron, pero no por mucho tiempo. Empecé a escribir crónicas para La República y algunos trabajos especiales y allí, sentado frente a esos mamotretos de computadoras de los noventa, redactaba mis historias y relatos de fútbol, intentando que en algo se parecieran a las que leía de Tano casi desde niño.

Lo veía llegar como siempre, tarde, porque nunca se sobrepuso al espanto de levantarse temprano. Los apuntes de la libreta se convertían en descriptivas faenas de fútbol, dignas de leerse por cualquier aficionado, sin importar si el condimento era ácido literario o relato épico para con el equipo de sus amores.

Cuál Quijote de pluma mordaz, libró sus batallas con hidalguía y se sentó cuando tuvo que hacerlo en el banquillo de los acusados, para defender cada palabra escrita con el valor de quienes no miden consecuencias cuando se topan con verdades incómodas que deben aflorar en tinta y papel.

“Por favor silencio” y “La Nota de Tano” son parte de mi trilogía de columnas preferidas, las cuales catapultaron a este hijo de inmigrantes italianos a instalarse en el gusto de los buenos lectores, porque a los malos – los fanáticos empedernidos- nadie les queda bien

Desde hace un tiempo compartimos jueves de café con otro virtuoso de la escritura, Roberto García, y algunas veces en compañía de Miguel Cortés. Quedan pocos como ellos y en este tiempo de cosechadores de likes, influencers con traje de periodistas y comentaristas que venden sus egos a grito pelado, es un bálsamo sentarse junto a una humeante taza de café y entre maestros de una profesión para seguir aprendiendo los secretos del buen periodismo.

Por eso hoy confieso el júbilo que me causa el merecido premio “Pío Víquez” en manos de Gaetano Pandolfo Rímolo. Así como el tic tac del reloj del cuarto donde hace 40 años se encerró a encontrarse con la muerte, huyendo del maldito licor, así el tic tac de la justicia toca a las puertas de este notable periodista, vencedor de aquella muerte invocada e inspirador de generaciones de periodistas deportivos, para quienes El Gran Maestro Tano fue, es y será ejemplo por seguir.

El Pío Víquez otorgado a Gaetano es un homenaje a todo el periodismo deportivo y un reconocimiento a los viejos y buenos cronistas que a lo largo de sus vidas entre tinta y papel, han mantenido el rigor ético de contar verdades sin temor, criticar al personaje sin advertir el color de la camiseta puesta, y traducir a un lenguaje mágico las faenas de los deportistas.

Tano, “El Maestro”, se lo merecía. Por su legado, su valor frente a la computadora, su lucha diaria por mantener la sobriedad que alguna vez lo arrebató de la profesión y por esa llama que aún brilla en sus ojos, cuando dispara palabras frente al teclado, librando batallas contra quienes secuestran el deporte para convertirlo en goce de sus negocios personales o autoproclamarse figurines de la pasarela mediática.

¡Enhorabuena Maestro! ¡Grande Tano!







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