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COLUMNISTAS


¡Tarjetas de crédito! ¡Usureros! ¡Nos esclavizan!

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 16 agosto, 2019


Sinceramente


Es fácil escuchar a muchas personas vociferar contra las tarjetas de crédito. Muchos señalan como se han visto capturados y esclavizados por ellas. Muchos protestan por los altos intereses bancarios que cobran por el crédito personal y comercial que ellas otorgan. Los que indignados acusan a las tarjetas de usura, aceptaron dichos intereses, plazos y condiciones antes de recibirlas. Los que señalan a las tarjetas de crédito como una herramienta de esclavitud no las cierran renunciando a ellas. ¿Entonces donde está la racionalidad? El problema es que no hay alternativa fácil para el crédito personal y comercial en el país. ¿Si uno necesita efectivo a quien recurre? A las tarjetas de crédito o a prestamistas informales que lavan dinero. Los prestamistas informales no requieren garantías ya que la vida de la persona es su respaldo.

Los que protestan no solo son los usuarios del crédito otorgado sino que protestan ahora también los negocios que han suscrito los contratos para poder usar las tarjetas de crédito de sus clientes como medios de pago. En el caso de los negocios que facilitan el crédito personal a sus clientes a través de las tarjetas de crédito conocían bien de las comisiones que las mismas deparan para el giro comercial del negocio del que hablamos. Nadie acepta firmar un contrato si no conoce el costo del mismo. Los comerciantes y prestadores de servicios protestan porque son comisiones muy altas para el margen de utilidad que ellos cargan en su venta. Eso es claro. Como es claro el alto costo de administrar las autorizaciones, enviar al cobro lo adeudado, el emitir estados de cuenta cuya emisión es proporcionalmente muy alto en el caso de los clientes pequeños. Los datafonos no son gratis, su servicio es costoso.

Los emisores de tarjetas sí deberían de explicar de manera clara y contundente las condiciones de otorgamiento y del funcionamiento de las mismas a sus clientes.

En la Asamblea Legislativa algunos diputados se han hecho eco de esta situación y están buscando cómo regular tanto las comisiones cobradas a los negocios como los intereses cobrados a sus clientes. Los diputados señalan que es usura el interés cobrado a los tarjetahabientes y es irracional la comisión cobrada a los negocios y desproporcionada al margen de utilidad de cualquier giro en el país. ¿Conocen ellos los costos de los emisores? ¿Conocen ellos los incobrables en las tarjetas de crédito y el costo de administración de las mismas? ¿Han medido el riesgo de emisión a miles de pequeños negocios y a miles de personas físicas cuyos ingresos provienen de la actividad informal? Nadie se ha puesto a pensar que la mitad de la economía es informal.

Una cosa es cierta: todos antes de recibir y usar las tarjetas de crédito conocían bien el interés que les iban a cobrar y el plazo para cubrir la obligación con el emisor de las tarjetas. Nadie deja de aceptarlas. Nadie renuncia a ellas cerrándolas. Querrían tener las mismas condiciones pero a un interés más bajo. Los comerciantes no dejan de aceptar las tarjetas de crédito en su negocio y a pesar del alto costo del datafono no cierran el contrato ni lo devuelven. Muchos no calculan que el 5% de la venta o el 7% de la misma es aproximadamente un 20% de su margen bruto de utilidad y eso los pone en una situación muy grave de resultados de manera imperceptible. Para muchos es abiertamente ruinoso vender con tarjeta de crédito pero lo siguen haciendo.

¿Quién no querría comprar lo mismo pero más barato? ¿Quién no desearía que los bancos otorgaran préstamos personales más fácilmente y a tasas de interés menores? Las regulaciones de la SUGEF y sus procedimientos y calificaciones de los clientes han descabezado la posibilidad de los bancos y sus clientes para poder recurrir a los préstamos directos y no a las tarjetas. Al parecer la norma 1-05 de la Sugef fue el inicio de que el crédito personal se descarrilara en los bancos nacionales. Ese a su vez fue el inicio del auge de las tarjetas de crédito ya que las mismas vinieron a sustituir las operaciones individualizadas de crédito personal y comercial. ¿Una persona está atrasada en el pago de su teléfono? No clasifica en su crédito. ¿Una persona física tiene un atraso en la energía eléctrica de su casa? No clasifica para un crédito personal. Ahora, sí clasifica para recibir una tarjeta del banco por un monto que no le puede prestar ese banco en crédito personal. Esa tarjeta con sus altísimos intereses cubre y administra el riesgo de atrasos, mora, incobrables y administración de esos préstamos por tarjeta. La norma 1-05 de Sugef también por sus consecuencias es la responsable directa de haber desbocado el crédito informal a tasas enormes y con la garantía tan solo de la vida del prestatario. Esa norma hizo la delicia de los prestamistas que lavan dinero y prestan la plata en la informalidad.

No es muy sencillo entrar a regular los intereses cobrados por las tarjetas y los costos por datafono ya que eso es entrar a gerenciar los bancos expedidores de las mismas sin tener en cuenta sus costos totales operativos de dicha actividad. El artículo 498 del Código de Comercio establece un tope del 30% sobre la tasa corriente de interés para los intereses de mora.

Creo que antes de regular más hay que abrir y facilitar los préstamos personales directos en bancos y para eso se impone estudiar la normativa de Sugef y la norma 1-05 para tratar de crear más competencia a las tarjetas en la obtención de crédito personal.

Si en el presente se regularan los intereses, miles de tarjetas podrían ser cerradas por los bancos emisores y el perjuicio al usuario sería monumental. La reducción del consumo en una economía en recesión en razón de la cancelación de las tarjetas marginales la haría profundizar su contracción y ese es el caso costarricense del momento. Si el costo de los datafonos se regulara, con los costos actuales de la administración, de la autorización de las operaciones diminutas de cada cliente en pequeños negocios, sodas y abastecedores muchos de esos negocios no podrían seguir recibiendo la posibilidad de recibirlas o utilizando las tarjetas en su giro normal. Las empresas bancarias emisoras cerrarían las tarjetas marginales o deficitarias rápidamente para acortar las pérdidas en ellas.

Competencia y más competencia es la solución. Competencia aligerando normativas y simplificando trámites para el crédito personal en bancos. Competencia al crear alternativas a las tarjetas de crédito como instrumentos de financiamiento del consumo y de la venta. Competencia para que los costos exagerados de algunos bancos públicos se reduzcan a lo normal en el giro bancario. Eso también impactaría otra cifra anormalmente alta en bancos como es el margen de intermediación financiera que en Costa Rica es excepcionalmente alto y esconde la ineficiencia en el manejo de la actividad bancaria nacional.

Muchas veces las mejores intenciones para favorecer que la usura se acabe terminan siendo las que alimentan la usura informal de los préstamos en el mercado paralelo, en el que ejércitos de prestamistas tengan un auge espectacular, cuando muchas de esas platas vienen de la simple legitimación de capitales y se cobran revolver en mano.

Pensemos las cosas con detenimiento y madurez.

Emilio R. Bruce

Profesor


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