Terminal de buses en el Rosabal Cordero
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 17 marzo, 2020
Lo que menos podía esperar el técnico de Limón, Luis Fernando Fallas, era el saludo de su colega, José Giacone, al término del juego entre su equipo y el Herediano.
A los estrategas de los llamados equipos grandes les molesta que sus rivales “chicos” se cierren en procura de sostener resultados que les favorezcan. Las quejas en este sentido son constantes.
Ahora, teníamos rato de no presenciar un partido donde el “chico”, en este caso Limón, no fue que se cerró, fue que metió el autobús en su marco para defender a capa y espada un 1-0 que se topó en el camino y con un orden táctico efectivo y certero, logró su cometido.
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Y resaltamos lo de efectivo y certero, porque el veterano portero limonense, Dexter Lewis, no tuvo una sola intervención que podríamos calificarla o señalarla, como que salvó un gol hecho.
Tuvo intervenciones determinantes, se lanzó a sus costados a desviar remates poco potentes de sus rivales, y por ahí Roy Smith devolvió un balón que Bryan Rojas remató tímidamente a los cordeles, pero pare de contar.
Dexter Lewis no salvó ningún gol hecho, lo que habla bellezas del trabajo de su retaguardia, plantada, parada, estacionada y ordenada por el estratega Fallas, para cortarle las rutas al gol a la efectiva ofensiva del campeón nacional.
Si a la hora que se ofrecieron las formaciones de los equipos, se pensó que Limón llegó al Rosabal Cordero con un 4-5-1, nos equivocamos. No conocíamos las pretensiones ni los intereses tácticos de Fallas.
Nos anunciaron una línea de cuatro con Luis Pérez, Kareen McClean, Roy Smith y Pedro Leal y cinco hombres en cintura: Kadeem Cole, Johnny Gordon, Kevin Cunninghan, Marvin Esquivel y Sheldon Harris, pero qué va.
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Rápido Cole se tiró atrás, Pérez pasó al centro con McClean y Cunninghan se incrustó entre los dos centrales, para armar un bosque de piernas de seis piezas, que se fue reforzando aún más, después de que McClean abrió la cuenta en el minuto 34.
Herediano no se desesperó, pero esta vez no le alcanzó la paciencia. Atacó por todos los ángulos, abrió juego por los costados, se aburrió de hacer centros, Giacone juntó a Torres, Nextaly, Burke, sus desafiantes y picarescos atacantes, pero nadie pudo encontrar la llave para abrir la terminal de autobuses que Fallas estacionó en su territorio defensivo.
El 1-0 se hizo gigante. ¡Misión cumplida!, gritó el estratega del Caribe.
Pepé Giácone se guardó la rabia.
gpandolfo@larepublica.net
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