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Tiranía en democracia

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 29 noviembre, 2013


La democracia costarricense parece estar más en función del dinero, del poder que gobierna para sí mismo, en lugar de servir al pueblo


Entre cielo y tierra

Tiranía en democracia

No me extrañan los frecuentes comentarios que se escuchan en diversos lugares, de quienes hartos por la falta de oportunidades descargan su furia en contra de la democracia.
Cuánta confianza tendrán en los políticos, los miles de jóvenes que sufren la condición de ninis (ni estudian, ni trabajan), en especial mujeres y en las zonas rurales del país.
Se ha perdido la esperanza en nuestra capacidad de salir adelante, debido a la erosión que ha propiciado la política sobre los valores democráticos que nos sustentan.
Tal vez no nos damos cuenta de que los nuevos retos en el pacto social costarricense que por muchas décadas nos ha brindado paz, están cambiando, imponiendo la necesidad de una profunda transformación del papel del Estado.
La institucionalidad democrática parece débil y poco capaz para compensar los desequilibrios de la concentración del poder y la desigualdad.
Costa Rica se ha llenado de entes, despachos, comisiones, que no logran contribuir en el desarrollo solidario, en la creación de oportunidades para los que menos tienen y en orientar el sistema político por las sendas de justicia y paz.
La democracia costarricense parece estar más en función del dinero, del poder que gobierna para sí mismo, en lugar de servir al pueblo.
El país profundiza su incorporación a la globalización de la exclusión, a la negación constante del Estado de luchar por el bien común.
Frente a esta tiranía, no existe sistema democrático que pueda resistir.
Nuestros retos hoy son muy distintos a los de antes. Los nuevos dictadores que atentan contra la larga vida democrática costarricense no son de carne y hueso, son más ideologías, el relativismo que lleva a aceptar con determinismo la corrupción, a las visiones excluyentes del beneficio colectivo, al egoísmo que termina en ese afán de poder que no conoce límites.
Por ello no es sorpresa ver que nuestra vida política cada vez se dirige con más determinación hacia el populismo, a llenar los espacios electorales de promesas baratas y fórmulas mágicas.
Tampoco es de extrañar que existan más jóvenes dispuestos a apoyar propuestas radicales, que manifiesten su inconformidad con el sistema.
De no tomarse acciones rápidas, nuestra democracia sufre gran riesgo de quedar subordinada a esta nueva forma de tiranía.


Luis Alberto Muñoz

@luisalberto_cr

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