Tokio: Mariana Pajón, la niña que les quería ganar a los niños y ahora tiene 3 medallas olímpicas (dos oros y una plata)
Alejandro Millán Valencia - BBC News Mundo | Viernes 30 julio, 2021
En 45 segundos pueden pasar tantas cosas.
Por ejemplo, que la bicicrosista colombiana Mariana Pajón alcance la gloria olímpica.
Y por tercera vez, aunque en este caso no llegara a lo más alto del podio.
Y es que esos 45 segundos que duró la final de la prueba de ciclismo BMX femenino en Tokyo 2020, donde la colombiana consiguió este viernes su tercera medalla consecutiva -en esta ocasión, de plata-, mostraron no solo a una gran deportista sino a una luchadora capaz de sobreponerse a una grave lesión y una infección de covid-19.
De ahí su visible emoción al recibir la presea de plata en el podio.
"Es una plata que vale oro y más", dijo posteriormente ante la prensa.
Algunas dificultades ya las había enfrentado cuando era niña y entrenaba en la pista de bicicross ubicada en el occidente de Medellín, la ciudad colombiana donde nació el 10 de octubre de 1991 y decidió que quería competir.
Pero en aquel entonces no había una categoría infantil para niñas. "Entonces quiero competir contra los niños".
Y lo hizo. Y les ganó.
Este viernes en Tokio solo quedó por detrás de la británica Beth Shriever, que se hizo con el oro. La holandesa Merel Smulders consiguió la medalla de bronce.
De ese modo sutil con el que combina una sonrisa de niña con una ambición ilimitada, Pajón logro meterse más adentro de los libros de historia de los olímpicos.
¿Cómo esta paisa de 29 años logró colocarse en las máximas alturas del deporte latinoamericano?
Tal vez "siendo la principal rival" de sí misma, como le dijo a BBC Mundo hace ya nueve años para los Juegos de Londres 2012 donde comenzó a escribir su legado olímpico.
"Como si fuera un sueño"
La historia de los grandes ciclistas por lo general tiene un "momento bisagra", cuando ven por primera vez una bicicleta: por ejemplo, el actual campeón olímpico de ruta, el ecuatoriano Richard Carapaz, relata con emoción que su primera bicicleta fue un armatoste viejo y oxidado que rescató de la basura.
Y de allí no se volvió a bajar.
La epifanía de Pajón ocurrió cuando tenía 3 años. Un día acompañó a su hermano mayor a una carrera de bicicross en Medellín -un deporte relativamente nuevo que había ganado popularidad en la ciudad en la década de los 80- y no pudo evitarlo: se enamoró para siempre de los saltos, de la adrenalina que dan esos pocos instantes -menos de un minuto- que dura una carrera de BMX.
Entonces apresuró el paso: aprendió a montar bicicleta de inmediato y a los 4 años recuerda que ya quería correr.
Pero había un problema: no había categoría para mujeres en las competencias. Fue entonces que dijo que eso no importaba, que quería competir "con los niños".
Y les empezó a ganar. De hecho, se tuvo que ir a EE.UU. para competir con niñas de su edad.
Una vez, a los 9 años, sus proezas en la pista llamaron la atención de los medios que se acercaron a entrevistarla. Y frente a las cámaras desarmó a los periodistas no solo por su desparpajo infantil, sino también por su madurez.
"Yo estoy muy feliz porque me felicitaron mucho y mi mamá se alegró como si hubiera amanecido", respondió cuando le preguntaron cómo se sentía por ganarles a niños mayores que ella.
La periodista, confundida por la declaración, le contrapreguntó: "¿Cómo así que como si hubiera amanecido?".
Pajón, molesta con que no le hubiera entendido la comparación, respondió con firmeza.
"Sí, como si hubiera sido un sueño".
Un sueño que comenzaba en ese mismo momento a volverse realidad.
Etapa 1: Londres
A partir de aquel triunfo iniciático, Pajón comenzó a coleccionar medallas y trofeos.
A mediados de 2003, mientras corría contra ella misma para superarse, en una ciudad suiza a más de 10.000 kilómetros de Medellín, un hombre belga llamado Jacques Rogge, a la sazón presidente del Comité Olímpico Internacional, iba a hacer un anuncio fundamental para su vida: el BMX se incorporaría como deporte olímpico a partir de los Juegos de Beijing 2008.
Pajón apenas tenía 12 años, pero estaba en carrera de convertirse en la bicicrosista más importante de la historia de Colombia, tanto que ya se estaba creando la categoría femenina en el BMX de su país.
Sin embargo, el estatus olímpico de su disciplina le ponía por delante otro objetivo.
La bendita medalla.
Debido a su juventud, a Beijing 2008 no fue con la chaqueta de competidora, sino que estuvo en un campamento que se realizó de forma paralela.
Pero fue ese mismo año donde comenzó a ganar títulos importantes: el Campeonato Mundial de BMX de la Unión Ciclista Internacional (UCI), llevado a cabo en Taiwán en la categoría Junior Cruiser femenina.
Fue allí donde el apodo de la "hormiga atómica" -aquel famoso personaje animado de Hanna-Barbera que era conocido por su baja estatura, pero también por inagotable energía- se afianzó como su alias. Y fue allí donde se le comenzó a declarar favorita para quedarse con la presea en las olimpíadas siguientes, Londres 2012.
A la capital británica arribó con cautela, porque apenas se recuperaba de una lesión en el hombro, pero el rótulo de favorita, después de ganar más de 10 campeonatos mundiales, no le incomodaba.
"No siento presión... me siento muy feliz al saber que mucha gente cree en mí. Eso me impulsa más. Es energía positiva", le dijo en aquel entonces a BBC Mundo.
El 10 de agosto de 2012, en el Velopark de la Villa Olímpica ubicada en el este de Londres, Mariana Pajón tenía el numeral cinco en su bicicleta y una camisa blanca que solo estaba estampada con una franja con los colores de su país.
Durante 34 segundos, sus padres, sus amigos y su país aguantaron la respiración. Y cuando la soltaron fue para dar un grito de júbilo: la niña que quería ganarles a los niños acababa de darle la segunda medalla de oro a su país en 116 años de olimpiadas modernas.
Río 2016 y un compás de espera
Cuatro años más tarde, para la cita de Río 2016, Pajón seguía en la cima.
El 19 de agosto de ese año, en el centro de BMX Olímpico de la ciudad brasileña, la colombiana volvía a ponerse en el centro de la pista para lograr un sueño casi imposible: una segunda medalla de oro consecutiva.
Ninguna mujer latinoamericana lo había logrado en un deporte individual.
De nuevo, su familia, sus amigos y su país aguantaron la respiración. De nuevo, por 34 segundos.
De nuevo, al soltar el aire y los nervios, solo fue júbilo. Pajón retenía el sueño dorado.
Tras los triunfos de Londres y Río, todo parecía indicar que era mucho más que suficiente.
En una entrevista a un canal colombiano, Pajón confirmó que solo dejaría de practicar el BMX profesional "el día que sienta que no tengo más ganas de estar en una bicicleta".
En 2018 una lesión la puso a prueba: durante una competencia por el campeonato mundial tuvo un grave problema de ligamentos y para entonces quedaban menos de dos años para ponerse en forma para Tokyo 2020.
Pero lo que para millones de personas alrededor del mundo ha sido uno de los momentos más complicados de la vida, para Mariana resultó un alivio: en marzo de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud dio estatus de pandemia a la covid-19, los JJ.OO. de Tokio quedaron aplazados.
Había ganado tiempo.
"Van a ser mis terceros juegos olímpicos y lo he luchado muchísimo, cada ciclo olímpico ha sido muy especial, desde Londres, Río, ahora Tokio, que ha tenido muchísimos más retos que los anteriores. Me he tenido que levantar, he tenido que esperar, he tenido que volver a pedalear, aprender a caminar y estar otra vez soñando", le dijo Pajón a la revista People.
"Cuando me dicen que se aplazan los juegos olímpicos lo primero que pienso es: 'Muchas gracias'. Me dieron un año más para prepararme, para recuperarme y para llegar de la mejor manera", agregó.
Pero faltaba otra sorpresa: hacia finales de 2020, Pajón anunció que se había contagiado de covid-19. La preparación se tuvo que detener otra vez.
La espera, sin embargo, valió la pena.
Este viernes 30 de julio, quienes hacen fuerza por sus triunfos aguantaron la respiración por tercera vez.
Esta vez fue un poco más: 45 segundos. Y no se alcanzó el primer lugar, sino el segundo.
Pero el grito de júbilo y admiración resonó con una gran fuerza.
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