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Un artículo impopular: la paradoja de la libertad de expresión en la era digital

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 10 febrero, 2025


Carlos Quesada  Director de Intuitiva Comunicaciones


Carlos Quesada

Director de Intuitiva Comunicaciones

carlosquesada@intuitiva.cr

Vivimos en un mundo hiperconectado donde la información fluye a una velocidad vertiginosa. Pero, paradójicamente, en esta era de acceso ilimitado al conocimiento, la desinformación se ha convertido en la norma. Las redes sociales, que en teoría debían democratizar la comunicación, han degenerado en un campo de batalla donde la opinión sin argumento se impone sobre el análisis, donde el grito ahoga al debate y donde el linchamiento digital es la moneda de cambio.

Todos opinamos. Opinar es legítimo, es un derecho. Pero no todo lo que opinamos es válido. No porque alguien tenga una cuenta en redes sociales significa que su palabra es verdad absoluta o que su argumento tiene peso. Y aquí es donde hemos caído en un error grave: confundir la libertad de expresión con el derecho a decir cualquier cosa sin consecuencias.

Ejercer la libertad de expresión implica responsabilidad. Significa construir, aportar, disentir con respeto. Podemos y debemos cuestionar ideas políticas, económicas, religiosas; podemos no estar de acuerdo con alguien y decirlo. Esa es la esencia de una sociedad democrática. Sin embargo, lo que hoy vemos en redes no es disenso, sino agresión. No es diálogo, sino ruido. No es libertad, sino abuso de la palabra.

El ascenso de las redes sociales ha traído consigo un fenómeno peligroso: la normalización de la desinformación y el ataque impune. Nos distraemos atacando, humillando, degradando, esparciendo rumores. Opinamos sobre el cuerpo de los demás, sobre sus decisiones personales, sobre su vida privada. Convertimos el debate en linchamiento, la crítica en burla, la conversación en una hoguera donde cualquiera puede ser quemado en nombre de una falsa superioridad moral.

Y en ese proceso, nos convertimos en nuestros propios verdugos. Porque destruir a otro no nos hace mejores, nos consume. Nos carcome la maldad, nos intoxica la negatividad. No nos damos cuenta de que, al señalar, al insultar, al esparcir odio, nos vamos deshumanizando, vamos perdiendo lo que nos hace verdaderamente libres: la capacidad de construir.

Este artículo es impopular porque cuestiona el entretenimiento fácil, el morbo de las redes sociales, la comodidad de la crítica sin reflexión. Pero hagamos un reto: ¿por qué no usamos las redes para crecer? No todo debe ser filosofía ni profundidad, claro. Hay espacio para el humor, el entretenimiento, la diversión. Pero incluso eso puede hacerse desde un lugar sano, sin necesidad de destruir a otros.

Nos quejamos de los discursos de odio, de los líderes incendiarios, de los ataques despiadados. Pero ¿no caemos muchas veces en lo mismo? ¿No replicamos ese mismo veneno con cada comentario hiriente, con cada rumor esparcido, con cada post que alimenta la toxicidad digital?

Hagamos la diferencia. Pongámonos el reto de aportar algo positivo a nuestras redes al menos una vez a la semana. Que crezca ese grupo, que se expanda esa intención. No se trata de censurar ni de coartar la libertad, sino de ejercitarla con inteligencia, con propósito.

Pero, además de fomentar el contenido positivo, es crucial que al comunicarnos en redes sociales definamos claramente nuestro mensaje y audiencia. Un ejemplo ilustrativo es el caso de un jerarca X (literalmente) que, sin conocer el mercado nacional ni el comportamiento de las redes, afirmaba que solo una plataforma era relevante. Este enfoque limitado puede llevar a una comunicación ineficaz.

En Costa Rica, según un estudio del Centro de Investigación en Comunicación de la Universidad de Costa Rica (CICOM) publicado en junio de 2024, el uso de redes sociales es variado:

• Facebook es la plataforma más utilizada, con un 85% de usuarios, especialmente entre los 18 y 54 años. Su uso disminuye después de los 55 años.

• Instagram ha incrementado su popularidad, alcanzando un 48% de uso, principalmente entre menores de 35 años con educación secundaria y universitaria, y con mayor prevalencia en el Valle Central.

• TikTok es utilizada por un 45% de la población, predominantemente por jóvenes con educación secundaria.

• WhatsApp es la plataforma más extendida, utilizada por el 98% de la población.

• Twitter/X mantiene un uso constante del 2%, mayormente entre hombres del Valle Central con estudios universitarios.

Estos datos subrayan la importancia de seleccionar la plataforma adecuada al momento de comunicar en redes sociales, asegurando que el mensaje llegue de manera efectiva a la audiencia deseada.

Si queremos impactar con nuestras palabras, debemos saber qué queremos transmitir, cómo lo queremos transmitir y cuál es el canal correcto para hacerlo. Hablar en el vacío, sin estrategia, sin conocer el contexto digital, solo nos convierte en parte del ruido.

Las redes son un reflejo de quienes somos. Hagamos que reflejen lo mejor de nosotros y no lo peor.







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