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COLUMNISTAS


Una gran crisis nos obliga a actuar sin miedo

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 02 agosto, 2021


“Da miedo vivir en una edad transicional como la nuestra: el mundo parece caerse a pedazos, el futuro es impredecible, hay tanto que luce incoherente, sin sentido. Nos parece que no podemos ordenar los eventos. Este es el pánico postmoderno. Subyace bajo la mayor parte de nuestro cinismo, nuestra ansiedad y nuestra agresividad.”

Con estas palabras inicia su reflexión espiritual del pasado domingo 25 de julio el fraile capuchino Richard Rohr para enfrentarnos con la realidad de un mundo que Dios no nos ha prometido que sea ordenado a nuestro gusto, y para hacernos caer en cuenta de que el caos frecuentemente precede a una gran creatividad, así como la fe precede a una inmensa sabiduría.

Me pareció escrito para nuestro país, para América Central, para Latinoamérica, para el mundo de nuestros días.

En lo económico venimos atravesando desde hace ya varios años un período frustrante: bajo crecimiento, amenazante desequilibrio de la hacienda pública, alto desempleo, creciente informalidad en el empleo. En lo social la pobreza y la desigualdad han estado estancadas en niveles inaceptables para nuestro grado de desarrollo. En lo político las soluciones que en el pasado se propusieron para mejorar el bipartidismo han resultado huecas, las clases medias se sienten frustradas ante la falta de progreso, hay desencanto con la democracia, y la fragmentación entre partidos y dentro de los partidos torna difícil adoptar soluciones de fondo. En lo educativo viene fallando la capacitación laboral, y la educación pública no crea las habilidades requeridas por el siglo XXI, dejando una masa creciente de personas con muy reducida empleabilidad. En lo internacional tiemblan el comercio regido por normas y la institucionalidad creada después de la II Guerra Mundial. Ni que decir de un futuro oscurecido por el calentamiento climático, el avivamiento de la animosidad entre potencias con armas nucleares, el surgimiento más frecuente de pandemias y la posibilidad de que una minoría nos manipule digitalmente con los instrumentos de la Cuarta Revolución Industrial.

En esa Costa Rica y ese mundo que ya era así antes de la covid-19, nos atacó el coronavirus SARS-CoV-2, agregó una crisis sanitaria y agravó las otras calamidades preexistentes.

Cómo en muchas instancias en la vida de las personas y las naciones podemos simplemente sufrir y quejarnos, o podemos con energía aprovechar la crisis y convertirla en “destrucción creativa” para realizar enormes transformaciones que permitan un gran adelanto en la vida de las personas.

La confluencia de estas crisis nos cayó por sorpresa, sin estar preparados para ellas pues al contrario veníamos de la ilusión del triunfo de la democracia y la libertad, de la globalización y de las instituciones internacionales, y de los derechos humanos, y nada pudimos hacer por evitarla.

Pero ahora podemos aprovecharlas.

El Gran Reinicio posterior a la pandemia es nuestra oportunidad. Pero solo la podremos aprovechar en Costa Rica, en Centroamérica y el mundo si pensamos en grande y actuamos con atrevimiento.

No podemos en Costa Rica simplemente equilibrar las finanzas públicas. Debemos asegurar un mejor estado que resuelva el tema de la seguridad social y evite la huida hacia la informalidad. No podemos simplemente disminuir y luego revertir el crecimiento de la deuda pública respecto a la producción. Debemos hacer eficientes y competitivos los servicios que brinda el estado y eliminar regulaciones y permisos que disminuyen la innovación, la competencia y la productividad. No podemos simple y lentamente generar empleos informales o mal pagados. Debemos trasformar la educación y la capacitación laboral para que trabajadores mucho mejor preparados ganen salarios mucho mayores. No podemos simplemente crecer al 3 o 4 %. Debemos crecer más rápido, “descarbonizadamente”, participativamente para que disminuyan la pobreza y la desigualdad e incluyendo en el progreso a las mujeres, los pueblos indígenas, los afrodescendientes, las personas especiales. No debemos simple, centralizadamente y sin contaminación generar electricidad con altos costos. Debemos transformar la generación eléctrica renovable para que sea más participativa, descentralizada y barata. No podemos simplemente construir infraestructura vial, ferroviaria, para transporte aéreo y marítimo. Debemos hacerlo en el contexto de una trasformación del sistema de transporte público y una renovación de la planificación urbana.

La celebración del natalicio del libertador Simón Bolívar por parte del Presidente López Obrador en México, con el boato y colorido propios de las tradiciones y cultura de ese rico país me dio confianza en que con el Gran Reinicio esos objetivos son posibles en América Latina y con más razón en Costa Rica.

Un Presidente izquierdista con claros tintes populistas es capaz de recomendar revivir el objetivo americano de la última década del siglo XX de construir una integración económica, el ALCA que se frustro ante la dificultad política de eliminar políticas proteccionistas agrícolas en EEUU y políticas proteccionistas para la manufactura en Suramérica. Y es capaz de hacerlo a contrapelo de un discurso en el que simultáneamente defiende la vigencia de los derechos humanos y la dictadura cubana, y en el que para independizar a la OEA propone terminar con ella. Para defender los derechos humanos es preciso apoyar al pueblo cubano frente al encarcelamiento de unas 700 personas por manifestar pacíficamente sus anhelos de libertad, pan y salud. Para dar independencia a la OEA, las naciones de Latinoamérica y el Caribe deben empezar por asumir su mantenimiento y no recostarse en que los EEUU y terceros países corran con una parte desproporcionada de sus gastos; y asumir su responsabilidad de enviar embajadores con capacidad real de influir en sus gobiernos. Pero lo interesante es que, en medio de semejantes visiones populistas, sea el Presidente mexicano capaz de tratar de hacer renacer el importante objetivo de ALCA para lograr eficiencia económica en Las Américas. Con esa posibilidad de concitar acuerdos interamericanos ¿cómo podría no ser posible para América Central profundizar su integración económica, construir un verdadero mercado común y modernizar su institucionalidad haciéndola más operativa? ¿cómo no sería posible para Costa Rica ampliar la demanda por trabajo formal con pocas cualificaciones entrando en la Alianza del Pacífico? ¿Cómo podría dejar de asumir Costa Rica su responsabilidad de liderar al SICA para aprovechar la colaboración de EEUU, la Unión Europea, México, Corea y Japón para acelerar su desarrollo y su democratización y poner freno a la migración de sus habitantes?

Cuando se da una crisis generalizada y no esperada como esta pandemia, la intuición nos llama al miedo, a la ansiedad, a huir, a ser agresivos.

La razón, la solidaridad, la experiencia histórica nos debe llevar a otra salida. A intentar transformaciones que mejoren el pasado y nos ofrezcan un mejor futuro. A ser creativos y a no tener miedo de intentar lo mejor. Esa debe ser la conducta mundial, americana y costarricense ante la acumulación actual de crisis. Ese es el llamado que nos plantea el Gran Reinicio.

En Costa Rica la calidad de El Gran Reinicio en mucho depende de la conducta de los partidos políticos, de los medios y de todos nosotros los ciudadanos durante la actual y fragmentada campaña electoral.

No volvamos a caer en el vicio de las campañas recientes que han dejado de lado los temas fundamentales para abatir la pobreza, la desigualdad, la informalidad, el desencanto, la frustración y los problemas ambientales.

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