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COLUMNISTAS


Vacunación contra el Covid19 y espíritu de urgencia

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 15 enero, 2021


Sinceramente

Cuando un país se enfrenta a una gran batalla, un momento decisivo de su vida y de su historia, deben desatarse todas las fuerzas al alcance de esa nación para prevalecer sobre la adversidad. El vencer el reto, el prevalecer en la respuesta nacional, el triunfar sobre el adversario lo es todo. Las fuerzas completas de la nación deben de concentrarse en el punto mínimo para alcanzar el máximo efecto.

Recuerdo como hoy los relatos de mi abuelo sobre la Batalla de Dunkerke. Retirada bajo feroz ataque de la aviación, falta de alimentos, insuficiencia de recursos mínimos para defenderse y cuando en el Reino Unido se pidió que los pequeños barcos navegables fueran a las costas de Francia a rescatar a “los muchachos”, al ejército expedicionario que había peleado y debía retirarse de Francia en derrota para evitar el exterminio, barcos de todos los tamaños llegaron a rescatar los. Esperando pasivamente, con estoicismo, con valor y con resiliencia, miles y miles de muchachos esperaban en línea con el agua hasta el pecho por los botecitos que los llevarían hasta las islas.

La vacuna contra el Covid19 llegó al país hacia fin de año pasado. Llegaron unos miles de vacunas y comenzaron a aplicarse lentamente a grupos seleccionados cuidadosamente. Los cuerpos de atención médica, los cuerpos de atención de urgencia, las fuerzas de seguridad estaban dentro de los grupos que habrán de vacunarse primero. Ellos atienden personal y directamente a los enfermos de la epidemia. Hay lógica en lo dispuesto. El ritmo de vacunación es lento, como lento era el proceso de evacuación de los muchachos en Dunkerke. Unos y otros en peligro de muerte. Acá y allá con paciencia, con valor haciendo fila y pudiendo enfermar y morir acá hoy, ser heridos por las bombas y la metralla entonces. Mostrando valor y disciplina, mostrando la casta entonces y ahora esperaban la solución que otros habrían de darles a su apremiante problema.

En Costa Rica muchas personas no creen en las vacunas. En Costa Rica muchas personas señalan por convicción religiosa que esa vacuna es la marca de “la bestia”, o sea que es satánica. Muchos se oponen con todos los argumentos religiosos y los razonamientos habidos y por haber a que se les vacune. Muchas personas han expresado que “Dios tiene el control” no la vacuna. Respeto como el que más tales convicciones.

En Costa Rica muchos señalan sin aportar prueba alguna que la vacuna mata. Muchos señalan que no sirve. Otros por allá señalan que la vacuna se inventó en un plazo demasiado corto para que sea cierto. Respeto como el que más su decir, aunque hay comprobación en contrario de lo que ellos aseveran.

Esas personas que están levantando oposición no deberían de hacerlo. Si ellos no desean vacunarse es su decisión soberana como individuos libres. Lo que no deberían hacer es obstaculizar la vacunación ni sembrar la desconfianza sobre el esfuerzo nacional de inmunización. Muy libres son de no vacunarse. No es razonable que traten de impedir que otros lo hagan.

Cuando el Almirantazgo Británico pidió el concurso de todas las naves que pudieran navegar no preguntó si eran conservadores o laboristas. No rechazó barcos por ser liberales sus dueños o monárquicos. Era un esfuerzo nacional de salvación de todos los muchachos y los recursos morales y materiales de la nación se movilizaron para tal propósito.

Apenas la CCSS está por recibir los refrigeradores de frío intenso que está importando de China. Su cadena de frío no está completa y en posición para desarrollar un esfuerzo en gran escala. Se han vacunado hasta el momento aparentemente unas diez mil personas, pero el universo es tan grande que a ese ritmo demorará la vacunación meses y si no años. Los grupos de riesgo no se están cubriendo con la celeridad debida o deseada por la población. Hay angustia y hay además frustración ya que se esperaba que hubiera espíritu de urgencia que muchos sienten ausente.

Hay que enviar los botes todos. Hay que soltar amarras. Hay que rescatar a nuestros grupos de riesgo. Los recursos del sector privado deben de desatarse. Esto no es ni debe de ser excluyente a la vacunación institucional gratuita en los Ebais y en las Clínicas de la CCSS cuando estén en capacidad de hacerlo. No se contraponen ambos grupos institucionales. Estos grupos son complementarios.

Hay que movilizar todas las fuerzas sociales, todas. Hay que llamar a todos nuestros botes. Hay que generar un gran esfuerzo unificado de país donde el sector privado no puede excluirse por que no se desea “desatar las fuerzas del mercado”, no se cree en “el afán de lucro”, “no permitiremos que por plata otros se vacunen “. Como he escuchado en conversaciones y leído en redes.

El Ministerio de Salud ha anunciado que limitación a la importación y manejo de vacunas por el sector privado no hay ni habrá. Bien abramos opciones. Abramos posibilidades. No cuestionemos los botes que van a ir a rescatar a “los muchachos”. No impongamos limitaciones a quienes pueden vacunar y salvar vidas y ayudar al estado en su política pública de vacunación en masa. Esta autorización al sector privado es muy positiva.

Todo por Costa Rica, con entusiasmo y sin amarguras.

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