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FORO DE LECTORES


¿Vamos a una depresión económica?

Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 02 junio, 2020

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Una depresión es una caída sostenida de la producción y el empleo. Más allá de la evidente recesión, las condiciones provocadas por el COVID-19 me temo que pueden estar generando una depresión económica.

Veamos algunos datos. Solo el sector turismo representó el 6.3% del PIB en 2016 y, si se incluyen los efectos indirectos, la suma llegó a 8.22%; mientras que el empleo turístico sobrepasó el 10% del empleo total. Un supuesto optimista es que el turismo se mantiene en un 25% de su actividad. Esto significa que solo por la caída en el turismo, el PIB se contraería en alrededor de 6%. Pero si el empleo cae en la misma proporción, tendríamos un aumento del desempleo de 8 puntos porcentuales y solo por este efecto el desempleo llegaría al 20% (aunque la figura de suspensión de contratos laborales va a impactar la interpretación de los datos). Pero en términos económicos, esto significa que un 8% de los empleados antes de COVID-19, va a reducir drásticamente su consumo por la pérdida de su principal fuente de ingresos. Tiendas, restaurantes, cines y supermercados, entre otros, van a ver su demanda disminuida; lo cual se sumaría a las restricciones adoptadas para contener el contagio de la pandemia que también han afectado directamente a estos sectores, unido a consumidores, en general, más cuidadosos con sus gastos. Estos servicios también están recortando personal o hasta cerrando sus operaciones. En consecuencia, los sectores que proveen a supermercados, tiendas, restaurantes, etc. también van a tener que achicar sus operaciones y así sucesivamente. En definitiva, se echó a andar una maquinaria recesiva que no podrá revertirse fácilmente, una especia de bola de nieve que genera efectos recesivos crecientes.

En China, la reactivación luego de haber controlado relativamente la pandemia, se calcula que es sobre la base de un 90% con respecto a la situación anterior al COVID-19. Esto por cuanto el distanciamiento social y otras medidas sanitarias preventivas significan una caída del PIB de 10% y que la reactivación se plantea sobre la base de un PIB que es el 90% del original y ese remanente 10% no podrá reactivarse mientras se mantengan las medidas sanitarias. Pero, además, ese 90% tiene un efecto en los meses siguientes de continuar deprimiendo la demanda por los mecanismos antes descritos de aumento del desempleo y cierre de negocios. Lejos de tener efectos multiplicadores como resultado de la inversión en condiciones de crecimiento económico, en la economía post COVID-19, tenemos multiplicadores de efecto inverso que contraen la economía. Por su parte, la transmisión internacional de los efectos contractivos ocurrirá por medio de la disminución de los flujos de comercio y de inversión extranjera. Todo esto sin entrar a analizar los efectos sobre los flujos financieros y la fuga hacia la seguridad que impacta negativamente a los países en desarrollo. Por lo tanto, si bien algunos sectores se pueden ver beneficiados por un aumento de su demanda, la generalidad la va a ver disminuida.

Me temo que los efectos iniciales directos sobre sectores vitales para la economía nacional tales como el turismo y su onda expansiva de contracción económica se suman a las observaciones de las características de la recuperación en China y las limitaciones que imponen no haber vencido completamente la pandemia, las cuales prolongan los efectos negativos mediante nuevas oleadas de contracción económica. Esto significa que no estamos ante una recesión tradicional en la que la economía se pueda reactivar en el corto plazo con políticas keynesianas. Estamos ante un escenario de destrucción de empleos y de empresas con efectos acumulativos que se pueden prolongar por varios meses o incluso años. Veo difícil una recuperación vigorosa antes de que una vacunación masiva efectiva permita vencer la pandemia (¿dos años?). Desde el punto de vista económico vamos a tener que administrar y contener la contracción y sus efectos, a sabiendas que el desempleo creciente, aunado a las condiciones de pobreza y vulnerabilidad preexistentes, están generando graves problemas sociales, los cuales podrían originar verdaderas explosiones, motivadas por las necesidades, el descontento y la frustración.

Me gustaría ver al Instituto de Investigaciones Económicas de la UCR y al Banco Central haciendo ejercicios de simulación para analizar las posibles trayectorias de la evolución del PIB y del empleo, y sus impactos sobre las finanzas públicas. Reitero la imperiosa necesidad del diálogo nacional, pero este deberá basarse en análisis serios de la realidad y de los escenarios futuros y jamás basarse en la defensa a ultranza de intereses con el fin de trasladar a otros el costo de la depresión económica o en utopías sin anclaje en la compleja realidad que afrontamos. Se avecinan tiempos aún más difíciles que deberán convocar lo mejor de nuestra idiosincrasia y nacionalidad costarricenses.

Ennio Rodríguez

Economista







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