¿Y por qué cambiar lo que funciona bien?
Silvia Hernández silvia.hernandez@asamblea.go.cr | Jueves 04 octubre, 2018
Más de 100 mil empleos directos, 50 mil indirectos, 7% del aporte del PIB en el último año, más de 10 mil encadenamientos productivos y más del 38% del total de sus compras a pequeñas y medianas empresas costarricenses para un promedio cercano a los $1800 millones al año. Éstos son algunos de los resultados más concretos generados por las zonas francas, un modelo que el país ha adoptado y que no solamente trabaja bien, si no que dinamiza la economía costarricense.
Suena ilógico desincentivar estos números en medio de un sombrío panorama donde la generación de empleo y la productividad del país no tienen las mejores condiciones para crecer. Imagine por un momento una fuente de ingresos fija y segura para su casa todos los meses, ¿en un momento de crisis usted la cambiaría arriesgando que se haga más pequeña? Esto es lo que pasa con la estabilidad que requiere la inversión extranjera que se instala en las zonas francas y lo que a muchos les ha costado entender.
Hablar en este momento de impuestos para las zonas francas nos coloca en clara desventaja, en un contexto internacional donde la competencia de países latinoamericanos y el mismo Estados Unidos compiten por dar más y mejores beneficios a la Inversión Extranjera Directa. Costa Rica no tiene la capacidad financiera para otorgar beneficios más tangibles como créditos, donación de tierras o alianzas para asumir capacitación de personal. El país ha sido exitoso generando un modelo de desarrollo basado en la atracción de inversiones por dos razones claves: 1) la calidad del talento humano costarricense y 2) por ser un país que respeta la institucionalidad y brinda seguridad jurídica al inversionista.
En efecto, datos de la Coalición de Iniciativas para el Desarrollo (CINDE), afirman que desde el año 2007 el flujo de inversión extranjera directa hacia nuestro país ha crecido a un ritmo del 3,7%, lo que ha sido posible gracias a buenas tácticas para atracción de inversión, así como un esfuerzo país en mantener la seguridad jurídica que garantice las condiciones actuales a quienes confían en nosotros.
La seguridad jurídica no es una condición dada en todos los países, sin embargo, en nuestro caso, ha sido uno de los pilares que ha permitido y consolidado la exitosa estrategia de atracción de inversiones bajo el régimen de zonas francas. Lamentablemente, con el cambio en el proyecto de ley de fortalecimiento de las finanzas públicas, se está poniendo en jaque que la inversión siga creciendo. El cobro de impuestos a zonas francas no es estratégico ni es la solución a los problemas del país.
Las zonas francas son un motor de generación de empleo con retos importantes que debemos asumir en el corto y mediano plazo, como la ampliación en distribución y cobertura en suelo nacional para promover mejores oportunidades a regiones fuera de la GAM y el generar mayores encadenamientos a otros sectores, pero difícilmente este objetivo se logrará complicando las condiciones de inversión.
Estos son algunos aportes de las zonas francas, un modelo que Costa Rica adoptó con visión de desarrollo y que no solamente trabaja bien, si no que dinamiza la economía costarricense y nos mantiene presentes y en contacto con los avances globales y la creación de conocimiento.
Las zonas francas son un motor para la generación de empleo, y aunque existan retos importantes debemos garantizar que los beneficios actuales lleguen a más personas. Ello difícilmente será posible si complicamos las condiciones de inversión, entonces: ¡No cambiemos lo que funciona bien!