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COLUMNISTAS


¿Y vos cuánto valés? Parte 1

Laura Centeno centeno.laura@gmail.com | Jueves 27 abril, 2023


Reflexiones para ser conscientes de nuestra valía y no conformarnos con “es lo que hay” en nuestras relaciones de pareja, trabajo y negocios.


Es usual tener aspiraciones sobre todo aquello que nos gustaría llegar a ser, hacer y tener a futuro. Pasa el tiempo, vivimos situaciones adversas y sin darnos cuenta, caemos en la realidad de que han pasado años y mucho de lo que alguna vez soñamos quedó en eso, en un sueño que no pudo convertirse en realidad.

Podemos culpar a la poca suerte, falta de oportunidades, de recursos, de apoyo, de tiempo o una mezcla de todas las anteriores en momentos clave de nuestra vida, sin embargo, posiblemente por la misma situación de desventaja en la que nos encontramos, vamos auto devaluándonos, olvidando todo lo que merecemos en la vida y cuánto valemos y empezamos a conformarnos con relaciones, trabajos y negocios injustos sin darnos cuenta, hasta que sucede algo o llega alguien que nos despierta y nos hace reflexionar. Espero que, si seguís leyendo esto y te identificas con algún caso, te funcione para tomar decisiones que te ayuden a salir de situaciones desfavorables.

Por ejemplo, si tuvimos un fracaso amoroso, en donde entregamos todo nuestro amor, tiempo, respeto y comprensión y de repente aparece otra persona que en apariencia posee algunas cualidades que carecimos anteriormente que nos atraen para entablar una nueva relación, justificamos sus defectos comparándolos con los del Fulano(a) aquel con quien ni siquiera funcionó. No debemos utilizar como parámetro de medición lo que ya sabemos que no sirve, simplemente no tiene lógica.

Si analizamos a profundidad, podríamos darnos cuenta (en algunos casos) que posiblemente la razón por la cual la relación previa no fue fructífera es el hecho de que esa persona nunca valoró lo que tuvo con nosotros, todo lo que entregamos incondicionalmente lo dieron por sentado, incluso llegaron a exigirlo como un derecho adquirido y obligatorio, sin dar mucho a cambio y no como un intercambio de dar y recibir, o un “ganar-ganar”. En algunos casos, llegan a ser conscientes de todo nuestro valor, precisamente cuando ya es muy tarde, cuando ya lo dimos todo, no nos guardamos ni una pizca de amor en el corazón y finalmente tomamos la decisión de poner punto final a esa relación injusta.

Otra conclusión es simplemente que nosotros mismos padecemos de miopía para identificar y cuantificar nuestro arsenal de cualidades personales como por ejemplo respeto, fidelidad, justicia, comunicación asertiva, diplomacia con la suegra, somos excelentes trabajadores, amantes, cuidamos nuestra apariencia física, alimentamos nuestra mente y espíritu, somos buenos amigos, hijos, padres, somos luchadores, optimistas, divertidos, etc, etc, etc… Si nosotros tenemos todas estas cualidades y más, ¿por qué nos conformamos con alguien que ni siquiera tiene tiempo para nosotros y nosotros seguimos mendigando cariño?

Otro ejemplo; si tenemos un trabajo que paga un salario menor acorde al mercado laboral, a nuestra la experiencia, actitud entusiasta y compromiso para dar nuestro mayor esfuerzo, tenemos la obligación de alzar la voz y si no nos escuchan, irnos a un lugar donde sí nos valoren en el menor tiempo posible.

Lo que a veces sucede es que hemos estado en una situación tan mala, tan mala, por tanto tiempo, que por un poquito más, nos conformamos olvidando lo que realmente merecemos, que podría ser mucho más, solo que nosotros mismos aceptamos condiciones en donde damos más de lo que recibimos.

Yo misma he caído en la trampa de pedir un salario “que me alcance para vivir”, para cubrir mis gastos en momentos de crisis y no uno que se ajuste a mi formación, conocimientos, experiencias, habilidades y cualidades como profesional y como persona. Puede ser que, por razones de necesidad, en algún momento no tengamos alternativa, sin embargo, debemos recordar que esa situación debe ser temporal, nunca permanente.

Al igual que en las relaciones de pareja, en algunas empresas llegan a ser conscientes de nuestro verdadero valor cuando ya nos fuimos y empiezan a surgir los problemas que otras personas sin nuestras habilidades, experiencia, conocimientos y actitud pueden resolver.

Si producimos o vendemos un producto o servicio, el cual tenemos claro los recursos y el valor de materiales, tiempo de aprendizaje, conocimiento de mejores prácticas de producción y calidad, no debemos nunca dar precios ruinosos o dejarnos un margen de ganancia mínimo, porque así nunca lograremos que los demás sean conscientes del verdadero valor y el precio justo por nuestro producto, servicio y nuestro esfuerzo para ponerlo a disposición del mercado. Así es como nosotros mismos nos estamos depreciando sin darnos cuenta, y si otros hacen lo mismo, nuestras posibilidades de sobrevivir serán muy bajas. Básicamente estamos cavando nuestra propia tumba.

Es así como nuestras aspiraciones se van reduciendo a la frase “es lo que hay” y conformarnos con lo que sea. Pero estoy segura de que esa NO es la frase que debemos aceptar de nada ni de nadie. A veces es mejor no tener nada que conformarse con “es lo que hay”. A veces es mejor perder un cliente difícil que solo nos genera pérdida de tiempo, paciencia y dinero. A veces es mejor dejar un trabajo que lo único que nos brinda es estrés, medio paga nuestras cuentas y nos atrasa en la búsqueda de oportunidades fuera de la zona de confort, donde sucede la magia. A veces es mejor quedarse sin pareja y dormir en paz, sin discusiones, celos y sin perder nuestra autoestima y dignidad dándolo todo a cambio de muy poco.

“Es lo que hay” es sinónimo de rebajarnos a menos de lo que merecemos. Si sabemos que somos capaces, apasionados, astutos, dinámicos, inteligentes, hábiles, amorosos, competentes, fuertes, resilientes, comprensivos y todos estos recursos los ponemos a disposición de nuestra familia, pareja, empresas y negocios, ¿por qué no los ponemos a disposición de nosotros mismos? y ¿por qué nos conformamos con que nos den menos que eso?

Pongamos en una balanza lo que damos y recibimos, seamos conscientes de ello para tener la determinación de no conformarnos con cualquier cosa. No se trata de ser egoísta, se trata de vivir en armonía, en relaciones justas, enriquecedoras que nos permitan crecer, autorrealizarnos, ser plenos y compartir nuestra mejor versión propia con quienes nos rodean.

En el próximo blog vamos a profundizar sobre pasos básicos a trabajar para darnos el valor que merecemos.

Un abrazo, Laura M. Centeno

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